Aún no amanece, pero un hombre sonríe en la vereda porque está cumpliendo años uno de sus dos muchachos menores. Se nota que desde hace tiempo el hombre no compra pantalones nuevos y estos cuentan la historia de su labor.
A diario el hombre vende todo tipo de curiosidades por las calles de la ciudad mientras trata de tocarse las orejas con los labios. No puede darse el lujo de quedarse en cama esperando que alguien le regale un dólar para comprar los ocho panes que lleva a su casa cada día. Hermano, ¡no te quedes sentado en la cama! Sube el puño, pana, y grita fuerte cuando sientas que ya no puedas más porque, como decía mi abuela, ‘hay que sembrar árboles hoy para que tus hijos disfruten de la sombra mañana’. Levanta tu frente tan alto como puedas, trabaja, no como aquellos carentes de empeño, de sueños, de amor y de ganas, que aguardan por un cambio sin haber hecho algo. (O)
Álvaro Alejandro Ortí Maldonado, Guayaquil