“Negro ladrón, indio ladrón. La tradición del equívoco manda que los ladrones sean los más robados…”: Eduardo Galeano.

En la Escuela del Mundo al revés del país ubicado en el ombligo del mundo, su presidente dijo que odiaba a los que votaron por él. ¿Le manda su conciencia a que se odie a sí mismo por aparentar ser lo que no era, lo que nunca fue, lo que no es, lo que jamás será a menos que vuelva a nacer? Un presidente al revés.

Su contralor –porque cada presidente tiene el suyo, no el Estado– al revés, se entromete como juez partidario y conmina a la autoridad electoral a que elimine a varias organizaciones políticas. Y aquella, por no perder su puesto, se doblega, negando así el derecho de participación de ciudadanos, a un grupo de los cuales se ha satanizado, no por los graves errores de conducción democrática de su líder cuando fue gobierno, sino por la afectación que hizo a sus intereses mezquinos. Un contralor subrogante a quien convenientemente no tocó el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio, desacatando la voluntad popular de una consulta que no contó con el dictamen constitucional, porque había que usarlo para perseguir a Satán y su gente. Voluntad que también se quebrantó al evaluar a los anteriores jueces de la Corte Constitucional, para designar a otros que ilegal y antiéticamente le devolvieron el favor, blindando las resoluciones del Consejo por temor a que los nuevos miembros de este organismo revisen sus abusivas actuaciones. La Asamblea Nacional al revés decapitó la amenaza, danzando el Cambalache con el Consejo transitorio al revés y la Corte Constitucional al revés. Todos alineados con el nuevo poder, carentes de todo fundamento moral para juzgar al precedente.

¿Qué demonios contra el ordenamiento jurídico, el bienestar colectivo y la convivencia pacífica y equitativa descubrió el coronavirus que nos oprime? En primer lugar, insólitamente, la disminución y subejecución del presupuesto en salud en los últimos años. El ministro Michelena declaró en febrero último que el presidente le había pedido no crear más hospitales y escuelas porque tenían los servicios virtuales. La Constitución de 2008 manda que paulatinamente se incremente el presupuesto de salud hasta alcanzar al menos el 4 % del PIB. Un Estado mal padre de familia, que deja morir a sus hijos y los deja sin educación, ya que, en esta, antes y después de la pandemia, se ha reducido en más de $1300 millones su aporte. La Carta Magna prescribe que el Estado financiará la educación pública de manera suficiente. Y que no podrá privar de sus rentas a las universidades. Normas violadas.

No se trata solamente de incumplimientos, sino de creación de preceptos atentatorios de derechos, como es el caso de la Ley de Apoyo Humanitario, que perjudica a los trabajadores, y del reglamento de uso de armas de militares, que autoriza a estos a usar las letales si los manifestantes pueden lesionarlos, con lo que se pretende realmente silenciar las protestas.

¿Alguien cree aún que tenemos Estado de derecho? Pero ya habrá luz. (O)