Alguien, sea individuo o Estado, es soberano cuando en el ámbito de sus actuaciones, de sus decisiones, interviene únicamente su voluntad y las leyes a las cuales se está sometido. Cualquier imposición que se vaya en contra de esa voluntad y esas leyes, de ser aceptadas, es una pérdida de soberanía.
El concepto de soberanía no puede ser ideológico, pues esa ya es una condicionante para la individualidad. No se diga que si el condicionado la impone a la población a la que gobierna, es en defensa de la soberanía del Estado. Tremendo despropósito. Resulta que en nuestro país ciertos ‘ideologizados’ denostan al Fondo Monetario Internacional cuando pone condiciones para otorgar créditos. Califican de injerencia en la soberanía del Estado el condicionamiento. Sin embargo, los créditos de esta y de otras entidades financieras multilaterales, aplican los plazos más largos y las menores tasas de interés que se pueda obtener en los mercados internacionales. Esos ‘ideologizados’ guardaron silencio inexplicable respecto a la soberanía, en un Gobierno que duró 10 años, y del cual son afines, cuando se negociaron créditos con China, con tasas de interés escandalosamente más altas y plazos tristemente más cortos, y lo peor, según reconoció un exministro de Economía del Gobierno, y subalterno del Gobierno de los 10 años, es que China impuso el silencio sobre las condiciones del crédito otorgado, garantizado con nuestro petróleo (condición que era prohibida en la Constitución anterior por atentar contra la soberanía económica del Ecuador). ¿Pueden esos señores aludir que el Gobierno afín a sus inclinaciones políticas actuó con ‘soberanía’? ¿Puede el exgobernante de los 10 años calificar a su Gobierno de ‘soberano’? No. Es claro que la peor afectación a la soberanía se da cuando se la ideologiza, se la somete a filiaciones personales de los gobernantes, a sus afectos o desafectos políticos.(O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito