Diversos autores han demostrado que el optimismo libera la pasión y el propósito de los seres humanos al brindarles una visión positiva de la vida. En exceso conduce al autoengaño, a desarrollar una atención selectiva de las informaciones y a crear falsas expectativas.

Los optimistas desmesurados no realizan valoraciones objetivas de la realidad, no se mantienen atentos a los cambios de dirección para corregir el rumbo y si es necesario aplicar el plan B, tampoco consideran las probabilidades de perder. Ahora que estamos en semáforo amarillo, en la mayoría de cantones recuperando nuestras actividades, deberíamos observar que, en otros países, por diversas causas, han tenido rebrotes e incluso han regresado a la cuarentena. En 1968 se produjo la última gran pandemia del siglo XX, la llamada gripe de Hong Kong, la cual registró cuatro oleadas en cuatro años sucesivos.

Estos hechos trajeron a mi mente la paradoja de Stockdale, la cual fue popularizada por el escritor Jim Collins en su libro Empresas que sobresalen, publicado en el 2007. Según el autor, manejar esta paradoja es una de las características principales de los líderes que enfrentan la adversidad.

La referida paradoja debe su nombre a James Stockdale (1923-2005), quien fue vicealmirante de la Marina de los Estados Unidos, uno de los oficiales más condecorados en la historia de ese país. Fue hecho prisionero y torturado durante ocho años durante la guerra de Vietnam. Una vez libre, contó su experiencia y pronunció una lección capital e inesperada: los prisioneros más optimistas no sobrevivieron. Según Stockdale, eran los prisioneros más optimistas los que no paraban de repetir: “Tranquilos, saldremos de aquí, ánimo, en Navidad ya estaremos en casa”. Entonces llegaba Navidad y la previsión no se cumplía. Su previsión saltaba a otra fecha. Tampoco se cumplía. Y llegaban otras navidades... Y entonces el prisionero positivo se deprimía, se abandonaba a sí mismo y termina muriendo.

Para Stockdale, no hay que confundir el optimismo de prevalecer, que nunca debemos perder, sin importar las dificultades que se enfrentan, con tener la disciplina de confrontar los hechos más duros de la realidad actual sean cuales fueren. Tener esas ideas aparentemente contradictorias en la cabeza fueron la clave para la supervivencia de Stockdale

La paradoja de Stockdale aplicada a las empresas contribuiría a mirar el futuro sabiendo que al final vamos a tener éxito. Con planificación, metas, repensando el modelo de negocio, creando otro, reestructurando la empresa para prosperar en una nueva normalidad. Sin ‘bajar la guardia’ en los protocolos de bioseguridad, manteniendo una “economía de austeridad” en cuanto a gastos, estando atentos de los cambios del entorno para reaccionar ágilmente a las adversidades, y preparando la empresa ante la posibilidad de rebrotes, aunque sea remota dicha posibilidad.

Si bien nuestras circunstancias son claramente diferentes a las de Stockdale, su sabiduría nos recuerda que ser optimista sobre el futuro, pero al mismo tiempo ser realista sobre el presente, es la mentalidad que necesitamos las personas para tener éxito en los meses por venir. (O)