Las incógnitas surgidas tras la renuncia de Otto Sonnenholzner son tan numerosas que se podría pensar que no estuvo prevista. Durante todos los meses que se la venía anunciando, las dudas giraban en torno a las causas que llevarían a esa decisión y a su posible candidatura presidencial. Se daban por ciertos los rumores de conflictos entre los integrantes de la famosa mesa chica y a partir de ahí se tejían tramas complicadas que daban la idea de la existencia de una activísima política subterránea. La renuncia no puso fin a esas especulaciones, porque siempre prevalece el morbo irresistible de hurgar en las explicaciones conspirativas, pero sí las dejó en segundo plano cuando aclaró el motivo de su decisión. La opción por la carrera política fue el núcleo de su discurso que, más allá de su contenido, sorprendió por la falta de emoción y por la frialdad tan propia del cumplimiento de un rutinario acto burocrático.
A partir de ese momento surgió el candidato o, más bien, el precandidato, porque la primera incógnita que deberá despejar es la de su plataforma de lanzamiento. Por disposición legal debe ser inscrito por un partido, pero el menú disponible ofrece más problemas que ventajas. Alianza PAIS, que sería lo más cercano por haber formado parte de un gobierno de ese signo, tiene demasiado olor a correísmo, a morenismo y a todos los hechos no santos de ambos gobiernos. Ruptura, una marca con cuadros calificados y escasos votantes, carga la misma mochila de su pasado equivocado y su presente expiatorio. Democracia Sí tampoco se salva de la contaminación, a la que se añade su debilidad electoral. Por tanto, no va por ahí la búsqueda.
En el lado de los partidos con alguna opción electoral, ni pensar en los que tienen gerente propietario, como CREO, o en los que jalan para abajo, como Sociedad Patriótica o SUMA (si es que aún existe). El socialcristianismo le tentaría con la base de una votación cautiva que resulta atractiva para cualquier interesado, pero sería fácil bocado de tantos tigres y tigresas que lo integran (ya no hay leones por ahí). Obviamente, siempre queda la vieja estrategia de ese partido de presentar un candidato perdedor para trabajar por otro (casualmente rima con Otto), pero eso no le salvaría del mundo felino y de todas maneras, para que funcione la campaña escondida, necesitaría otro membrete que le ampare.
Otra duda es la de su perfil político.
Aunque se diga que las ideologías han muerto, estas cuentan mucho a la hora de optar por más Estado o más mercado, así como por mayor o menor inclusión de minorías y nuevos derechos. Por tanto, tendrá que definir algo en esos campos. Su juventud no le asegura que encuentre automáticamente espacio entre los mileniales y las generaciones cercanas. Requiere un planteamiento claro, más allá de la retórica de la antipolítica que estuvo presente en su discurso de renuncia. Finalmente, por su juventud, por la posición crítica a los partidos y por compartir asesor, podría verse tentado a colocarse en la línea del mandatario salvadoreño, Bukele, con lo que emitiría un mensaje autoritario.
En fin, con su renuncia, Otto se colocó en la acera a la espera de un partido taxi que lo recoja. (O)