Los precios de todas las cosas subieron con la pandemia. Como el Gobierno está ocupado en cambiar a funcionarios, en las emergencias por el COVID-19, en las ollas de grillos de hombres y mujeres políticos y sus testaferros manchados en escándalos y denuncias de corrupción; no dio mucho control a sancionar a los que suben los precios de los alimentos, las medicinas, los servicios básicos, la telefonía celular, el internet, etc.
En marzo por la televisión salían uno o dos inspectores, comisarios dando vueltas por las distribuidoras de medicamentos, por despensas y mercados. Pero en sus narices las cámaras grababan a los acaparadores, revendedores de alimentos y de medicinas, guantes mascarillas que escondían las mercancías en bolsos, mochilas, cajas, etc.; no los llevaron presos. No fueron ni irán a las grandes cadenas de locales a ver las perchas con los precios de alimentos y otros, elevados. Nadie controla. El pueblo debe pagar lo que dicen los vendedores de productos, bienes y servicios; muchos no dan facturas. Por internet ruedan propagandas de ventas de mascarillas, trajes, desinfectantes, usted llama y los precios están por las nubes. También los taxistas, por una carrera de tres cuadras quieren cobrar $3, $4. (O).
Gerardo Quimí Cedeño, Guayaquil








