La integración de la cultura en los planes de desarrollo de un Estado es fundamental para lograr una sociedad sustentable y sostenible. Solo la participación más amplia posible de todos los niveles de las comunidades en la vida cultural garantiza una vida plenamente democrática. Sin embargo, la deuda del Estado con el sector artístico y cultural ya no solo es histórica, también es ética, moral, educacional, social, política y económica. El modelo que se ha seguido es una visión simplicista reduccionista que no va en concordancia con la dinámica de los procesos culturales ni sociales ni educacionales.

Para que la cultura se integre en los planes de desarrollo se necesita cambiar el sistema de cultura con un talento humano altamente capacitado con conocimientos y destrezas multidisciplinares, desarrollar políticas públicas para aumentar su espacio de influencia con impacto social, descentralizar la administración, desarrollar metodologías propias de gestión administrativa en el área cultura. Adicionalmente, que las acciones que se tomen y actividades que se realicen incluyan la investigación, vinculación y formación de agentes críticos, de públicos y de artistas. Capacitar a los agentes es una manera de impulsar la generación de conciencia sobre el valor que tiene para una comunidad el desarrollo de sus manifestaciones culturales y presionar por lo tanto para que en el área se designen personas idóneas cuando se definen las políticas públicas. Con la formación de públicos aseguramos el tránsito intergeneracional de los valores y aumentamos las referencias identitarias. Así también con la capacitación continua de los artistas se favorece el crecimiento de creadores y gestores.

Al mismo tiempo, es necesario desarrollar una metodología especial que tome en cuenta la existencia de una sociedad diversa para educar en valores, en inclusión, sin violencias, rompiendo los estereotipos, desterrando las prácticas maliciosas “normalizadas”.

Comprender que hay artes que deben ser subvencionadas y no todas van hacia una economía de libre mercado. En tanto, la cultura debe ser vista como una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una comunidad a partir de su particular manera de resolver.

Es hora de atemperar los egos, integrar jurisdicciones, evaluar la gestión pública desde los actores involucrados en conjunto con las comunidades y sociedad civil. Exigir nuestros derechos, tejiendo redes, movilizando a toda la comunidad. Movilizar a la comunidad no significa juntar gente en recitales masivos y que se multiplican en épocas de campañas políticas. La cultura es demasiado importante para una sociedad, es una tarea de todos y debe conjugarse con las políticas educativas, con el fomento de investigaciones cualitativas, en especial con los programas de ciencias sociales, para poder enfrentar los efectos negativos y aprovechar las oportunidades de la globalización y de los entornos virtuales. La calidad del capital humano es el factor determinante del éxito o el fracaso en la ejecución de una política pública cultural; dependerá de nosotros generar los verdaderos cambios en la sociedad. (O)