No teniendo opciones contraté internet en casa con CNT, Corporación Nacional de Telecomunicaciones. Tuve pésimas experiencias, llegábamos a la casa, los teléfonos y las tablets se conectaban directa y rápidamente. Mensajeábamos, veíamos fotos, videos, películas, leíamos libros, diarios, revistas; pedíamos comida, remedios, transporte, y necesariamente estudiábamos y trabajábamos por internet. Era lo normal.
En este encierro en los hogares el internet se hizo tan importante como la electricidad, el agua, la recolección de basura o la seguridad civil y la salud. Hoy internet es vida o muerte. Es inconcebible estar sin internet, ¿verdad?, ¡me pasó! Perdí el servicio. Supuse: por moroso, me cortaron. No sabía pagar online; aprendí usando el módem celular. Nada. Reporté el daño en la web, me dieron un tique, hice seguimiento por red celular y teléfono. Nada. Por la gravedad del asunto empecé mi plan B. Llamé a un funcionario de CNT y a una empresa de telefonía móvil para comprar un módem inalámbrico. El señor de CNT indicó que con el celular sería igual, que no gaste, y solicitó los datos de mi tique. Se los di pensando que perdería tiempo, resignándome a usar mi celular como módem. Al día siguiente tocó el timbre un señor equipado con mascarilla, casco, guantes y accesorios de seguridad; comenzó a trabajar junto con dos equipados más. Accedieron a pasar mis protocolos para entrar hasta donde está el módem y hacer pruebas. Adentro todo bien, afuera las ratas afectaron el cable y cucarachas dañaron la caja de distribución del barrio. Arreglaron en cuatro horas.
Mi barrio se percató de la camioneta de la CNT y pidió ayuda, escuché que llamaron a la central y pidieron que les anularan las órdenes de trabajo del resto del día, las reasignaran, y les dieran órdenes para reparar los servicios de mis vecinos. Los repararon. Al día siguiente, de nuevo sin servicio, vi que afuera estaba la camioneta de CNT y pregunté, me respondieron algo inusual: Estamos cambiando la caja de distribución del barrio y en tres horas restableceremos el servicio. Nadie lo pidió y lo hicieron. Cosa rara para ser empresa estatal, todavía hay gente honesta y responsable.
Quiero exaltar a estos héroes, tanto de las empresas públicas como de las empresas privadas. Sin ustedes, la vida sería un martirio. Igual reconocimiento a quienes mantienen la energía eléctrica, el agua potable, la recolección de la basura, el transporte público y de productos. ¡Mis respetos señores! (O)
Antonio Feraud Morán, Guayaquil