Las pestes han asolado al mundo en diferentes etapas de la historia de la humanidad, inicialmente se creía que eran castigo divino y se invocaba a Dios, se hacían sacrificios y se pedía a los santos su intermediación para que aplacara la ira divina; más tarde se descubrió que los agentes patógenos eran virus, bacterias, hongos, etcétera.

La Biblia relata sobre las plagas que le cayeron a Egipto después de que el faraón negara la salida del pueblo israelita pedido por Moisés. Este es el origen de la expresión “las siete plagas de Egipto” con la que se señalan las calamidades que le afectan a una persona o a un país.

Ahora que somos víctimas de una pandemia causada por el llamado coronavirus y que ha provocado muertes y muchísimo daño, se ha movilizado el mundo entero para hacerle frente a este letal enemigo invisible.

Hemos escarbado los libros de historia para conocer las plagas que asolaron al mundo, desde la llamada “plaga de Justiniano” en el siglo VI, cuyo epicentro fue Constantinopla; la famosa “peste negra” del siglo XIV, el italiano Giovanni Boccaccio nos narra en su obra Decamerón lo que ocurrió en Florencia durante la peste bubónica... Siglos tras siglos, especialmente Europa y los países asiáticos han sufrido millones de muertes frente al embate de epidemias como el cólera, la bubónica, las diferentes gripes, etcétera.

Pero los seres humanos también utilizaron perversamente las bacterias como arma mortal para someter a sus adversarios y provocar terror y muerte; se conoce que los tártaros catapultaban cadáveres de personas que habían sido víctimas de la peste bubónica y los lanzaban dentro de castillos y poblaciones, provocando así el rápido contagio entre los habitantes. Los españoles durante la conquista trajeron varias enfermedades a América, una de ellas la viruela, esta epidemia fue gravitante en la caída del Imperio azteca; igualmente, en 1763, los británicos propagaron la viruela entre las tribus norteamericanas, entregándoles frazadas contaminadas. Se conoce que esta enfermedad mató hasta al 90 % de la población nativa americana.

Ahora, pleno siglo XXI, estamos viviendo momentos de verdadera angustia, de terror y espanto no solo en Guayaquil, en el Ecuador, sino en el mundo entero. Es la hora de la gran unidad y el espíritu solidario de cada uno de nosotros, no importa ser indio, cholo, negro, blanco, rubio; costeño, serrano; hombre, mujer; rico o pobre. El coronavirus no discrimina, todos estamos en peligro, todos somos potenciales víctimas de este enemigo fantasmal, silencioso e invisible, no sabemos cuándo ni cómo va a terminar pero los efectos devastadores de todo orden los estamos sintiendo.

Guayaquil siempre fue presa de amenazas, como los ataques piráticos, los devastadores incendios; pestes como la bubónica y el cólera, pero la fortaleza para salir de estos terribles embates siempre estuvo en lo aguerrida de su gente; en su voluntad de lucha, en la generosidad y solidaridad para extender su mano amiga y ayudar al resto del país.

Ahora, para ganarle la batalla a este enemigo invisible requerimos, urgente, liderazgo, unidad, disciplina, solidaridad, paciencia, humildad y, por qué no, una gran dosis de patriotismo. (O)