En medio del dolor, de las muertes y de la muy dura situación de los más desprotegidos, no podemos doblegarnos y no podemos tampoco dejar de reaccionar con prontitud.

El país luego del COVID-19 es otro, como lo es también el mundo. Hace poco publiqué un estudio académico de sencilla lectura, que se lo puede encontrar en https://www.uees.edu.ec/coronavirus.pdf el cual permite entender la crisis desde una perspectiva histórica, y ver cómo afectará a los países desarrollados y al Ecuador. Ahí también se analiza la respuesta que se debe dar, la que se está dando, y lo mucho que queda por hacer en el orden económico mundial.

Mientras escribía el artículo hace ya varios días, el cálculo de las necesidades mínimas de recursos netos frescos del exterior era de 6000 millones de dólares. Ya para este momento, la cifra que aparece más lógica son 7500, asumiendo cuánto va a perderse de ingresos petroleros, cuánto va a caer el PIB y consecuentemente las recaudaciones, que en especial con la renta, caen mucho más que el PIB. Es decir, con la misma velocidad de los contagios, la economía se nos está deteriorando.

Esto exige medidas inmediatas que lamentablemente dado el estado en que quedó el país, sin reserva de liquidez alguna, serán dolorosas. No hay espacio, como en la inmensa mayoría de países del mundo, para hacer una inyección de recursos fiscales. Sencillamente eso no puede hacer el Ecuador.

Pero luego de afrontar el problema sanitario, y luego de políticas para dejar con vida a las empresas, que son las que generan el empleo, habrá que pensar en un nuevo Ecuador, y si eso no lo entendemos, hagamos entonces una consulta popular para proponer desaparecer al Ecuador con rapidez, y no con una muerte lenta.

Pensemos en el teléfono celular. El teléfono como invención se lo atribuye a Alexander Graham Bell. Pero realmente él culminó el trabajo de muchos otros como Grafton Page, Innoceinzo Manzetti, Charles Bourseul, Johann Phiilipp Reis, y Antonio Meucci. A su vez, la electricidad fue otro gran invento.

Hoy el teléfono inteligente ha hecho que tanto en lo productivo cuanto en lo humano, hayamos podido trabajar, estar cerca, apoyarnos, transmitirnos afecto, amor esperanza, sacar lo mejor de nosotros para darlos a otros. Nos ha permitido hacer una transferencia, y ayudar a los más pobres. ¡Cuánto hemos podido hacer con este pequeño aparato! Pero para eso usamos internet, usamos cámaras fotográficas incorporadas a los celulares, usamos redes sociales, usamos satélites que están en el espacio. Qué infinidad de inventos y de avances tecnológicos que hoy nos han permitido todo lo que he descrito.

¿Qué habría sido de esta crisis sin los celulares inteligentes? Sería infinitamente peor en lo humano, en lo social, en lo económico, en lo laboral.

Y qué decir de las aplicaciones. Amazon permite que la gente compre, otras permiten que la gente ordene sus comidas, sus medicinas. Nos permiten controlar signos vitales, recordarnos la rutina. Nos permiten distraernos, hasta jugando una partida de ajedrez en línea, o juegos de cartas.

Cuando vemos todo lo que está resumido en ese maravilloso aparato, y todo el cúmulo de tecnología y de inventos que pasan a través de él y pensamos en ese nuevo Ecuador que necesariamente tendrá que salir de esta crisis, nos damos cuenta de que ninguno de esos inventos, ninguna de las maravillas científicas y tecnológicas que hoy nos han permitido sobrevivir mejor, han venido del socialismo, ni del marxismo, ni del discurso del odio, ni de economías que no sean libres. Ellos, y hoy lo vemos más que nunca, no le han aportado ningún avance, ningún progreso, ningún invento a la humanidad.

Sin embargo, han sido expertos en mover el odio de clases y la sedición, como lo vimos en octubre, cuando casi destruyen al Ecuador, eventos que tanto daño hicieron y hoy nos hacen esta crisis más grave. ¡Cuidado estén agazapados esperando para provocar otra!

Ese nuevo Ecuador que tiene que nacer, no puede sustentarse en leyes laborales que promueven odio de clases, y cosas alejadas de las realidades del mundo de hoy. Ese nuevo Ecuador no puede sustentarse en la demagogia, ni el populismo, ni en los conceptos del dirigismo estatal, del intervencionismo en todo y para todo. Ese nuevo Ecuador tiene que ver con serenidad qué han hecho los países que han podido inventar estas cosas que hoy nos ayudan, qué han hecho quienes han podido sacar a sus ciudadanos de la pobreza. Todos ya somos más pobres en el Ecuador, y lo sentiremos más con el paso de las semanas y los meses, no tenemos ya más una oportunidad para desperdiciar, como sucedió en los años 2006 al 2017.

Sin una unidad en torno a lo que debe ser una sociedad moderna, que practique una economía libre, seguiremos en la mentalidad de la línea de telégrafo, y no en la mentalidad del celular inteligente.

Y si tenemos el celular pero lo usamos con la mentalidad equivocada, podremos tenerlo en nuestros bolsillos, o en carteras, o en el auto. Pero no podremos entender cómo se hizo por qué se lo hizo y, por qué funciona y, por sobre todo, no entenderemos hacia dónde debe ir una sociedad que busca no perecer. (O)