Como confeso admirador de los FabFour de Liverpool y, particularmente convencido de que dentro de tanta genialidad condensada en una sola banda McCartney ha sido sin lugar a dudas el factor decisivo y líder musical de Los Beatles, sin desconocer el irreemplazable aporte creativo abstracto y vanguardista de John Winston, la genialidad creativa e interpretativa de George o la magia de lo simple de Ringo, que lo vuelve referente obligatorio de cualquier buen baterista contemporáneo, debo reconocer que Yesterday es de aquellas canciones que evito escuchar, a pesar de que según el libro Guinness Records, sea la canción con la mayor cantidad de transmisiones de radio en el mundo o la que más versiones o covers tiene en la historia de la música popular (1600) o que en el siglo XX haya sido interpretada cerca de 7 millones de veces.

Es muy probable que mi desinterés por Yesterday se deba a la riqueza y versatilidad de la producción musical de los Beatles, que cada vez que vuelvo a escuchar las canciones encuentro nuevos detalles, nuevos arreglos, nuevos significados de sus contenidos; es decir, hay tanto por seguir descubriendo de su maravilloso legado que me cuesta volver en las clásicas como Yesterday, Let It Be, Help o Hey Jude, por citar unas cuantas.

Eso sí, la he cantado mil veces, escuchado otras mil e incluso interpretado en el piano por casi 35 años. Yesterday es Yesterday.

Por ello, el pasado domingo durante la ceremonia de entrega de los Premios Óscar de la Academia, me llamó mucho la atención ver a esta joven artista Billie Eilish interpretarla.

Creo que la canción fue muy oportuna para la ocasión, esto es, el momento de homenajear a los artistas y productores fallecidos en 2019, entre ellos Kobe Bryant y Kirk Douglas, entre los más sentidos.

Lamentablemente, la interpretación fue sorprendentemente mala.

Y quiero detenerme en este último comentario, para aclarar que no me refiero al tono de voz ni al estilo de la interpretación, que entiendo cada artista tiene derecho a definirlo a su gusto. Me refiero a algo tan básico como la afinación.

Porque una canción como Yesterday en un momento tan solemne como el relatado, lo mínimo que demandaba era afinación. Y la música es tan versátil que los tonos pueden bajarse o subirse para acomodarse a las capacidades del intérprete, de modo que es imperdonable lo que vimos el domingo.

Yo comprendo que los tiempos cambian, que hay cada vez más formas de expresar el arte, que la música cada día adquiere nuevas formas y que en materia artística y musical no hay blanco y negro, pero la afinación, sobre todo para una artista que, entiendo, sabe cantar y tiene voz, es algo que no puede faltar en un momento como el descrito.

Por eso hay raperos y trapperos que no cantan sino declaman o hacen rimas urbanas, conscientes de sus limitaciones musicales, y está bien; es otra forma de arte y de comunicarlo. Aplausos para ellos.

Pero para mí, la música sigue siendo, en palabras de Charly García, “una gloria” a la que no puede faltarle “melodía, armonía y ritmo”.

(O)