El 9 de febrero se cumplieron 42 años de la muerte de Julio Jaramillo. Cuando empezaron a transmitirse las noticias del fallecimiento del ídolo, muchos caminaron hasta la clínica, algunos llevaban radios portátiles para escuchar y entonar las canciones que pasaban las radioemisoras. Lloraban al son de la garúa que caía como luto al rey de nuestra canción criolla. En hombros lo llevaron a la radio Cristal para velarlo en la capilla ardiente que le habían preparado en el teatro de la emisora.

Miles de personas, poco a poco, se acercaron al féretro, tocaron el vidrio y se persignaron. La cara de JJ se mostraba muy pálida. De la radio Cristal, el féretro fue trasladado al Salón de la Ciudad. Miles de fanáticos, hombres y mujeres, de todas las clases sociales, tomando trago y cantando sus más conocidas melodías como Guayaquil de mis amores, Fatalidad, Nuestro juramento…, lo acompañaron. Su último traslado, para continuar con la velación, fue el coliseo Voltaire Paladines Polo; en esta ocasión estuvieron fanáticos que se sumaron para entrar a verlo por última vez. Las filas para despedirse llegaban hasta el Cuartel Modelo de la Policía.

El sábado 11 de febrero de 1978, a las 11:30, la caja mortuoria fue sacada en hombros y empezó el camino al entonces Cementerio General de Guayaquil. Por la puerta número 13 entró. Todos querían tocarla.

La policía tuvo que esforzarse para apartar a la multitud que dificultaba la entrada. Muchas personas se desmayaron. Doscientas cincuenta mil personas aproximadamente despidieron a Julio Jaramillo, JJ, incluso más que en los sepelios del presidente de la República Jaime Roldós Aguilera, del futbolista Carlos Muñoz y del animador de televisión Marco Vinicio Bedoya.

En Venezuela colocaron lazos negros en las rocolas como señales de duelo. Un boliviano bebió tres días seguidos escuchando las canciones de su ídolo JJ, pero no resistió su dolor y se pegó un disparo, decidió morir. Varias ecuatorianas intentaron envenenarse, les salvaron la vida en el hospital Luis Vernaza, de Guayaquil.

En esa época que no había internet, la circulación de la revista Vistazo fue de 150 000 ejemplares. Todos querían leer acerca de la vida, pasión y muerte de su ídolo. Muchos conservan este ejemplar como un documento de gran valor.(O)

César Burgos Flor,

licenciado en Ciencias de la Educación y en Comunicación, Guayaquil