Según datos oficiales, en el país existen 167 807 maestras y maestros, de los cuales 29 460 laboran bajo contrato ocasional y 25 530 bajo nombramiento provisional. Estos dos sectores suman 54 990 docentes que por varios períodos lectivos vienen laborando sin gozar de estabilidad. Años atrás, el correísmo los utilizó y chantajeó para sus fines politiqueros (movilización a sabatinas y marchas a fin de mantener el contrato...). Sin embargo, al finalizar el 2019, se presentó una realidad importante para nuestra educación: un primer grupo de seis mil docentes participaron en la evaluación Ser Maestro, la misma estuvo dirigida a docentes con nombramiento definitivo, con este grupo se completó el proceso de evaluación que empezó en el 2016 –año en que se identificaron importantes resultados por niveles de logro, el 83,1 % de docentes de las instituciones educativas fiscales obtuvo el rango de fundamental, y de ellos, 1 de cada 4 docentes alcanzó el nivel favorable. Se conoce que el grupo de seis mil docentes evaluados también se acerca a esta realidad. Otro proceso de evaluación es el Quiero Ser Maestro 1, 2, 3, 4, 5, que permite ganar la condición de elegible y luego postular a un nombramiento definitivo. Es así como más de 14000 docentes contratados o de nombramiento provisional rindieron dos evaluaciones (sobre razonamiento y gestión de aprendizaje). Según indicaciones iniciales de Ineval y MinEduc, el 85,45 % recuperó su elegibilidad con resultados favorables.

Las dos evaluaciones aplicadas, cada una con sus diferencias, dotan al país de un medidor importante para abrir un análisis que permita construir un Plan Nacional de Desarrollo Profesional, que debe ser fruto de una construcción colectiva entre los diversos actores educativos, algo que va tomando forma por la actitud del Ministerio de Educación que en este proceso de evaluación ha convocado a diferentes gremios de docentes. Entre estos a la Unión Nacional de Educadores (UNE), que ha presentado una propuesta de evaluación integral y como práctica inherente al proceso educativo.

Por otra parte, los resultados de estas evaluaciones deben permitirnos diagnosticar problemas y dificultades en la educación, interpretar esas realidades desde un punto de vista científico y realizar todo el esfuerzo necesario para superar condiciones adversas que están viviendo los docentes, quienes incluso llevan varios años congelados sus salarios, sin ascenso o recategorización alguna. Pero también, luego de años de evaluaciones estandarizadas a nuestros maestros, es necesario analizar qué tipo de evaluación necesitamos; es hora de transformarla en una herramienta valiosa que sobrepase todo mecanismo que ha llevado a tachar, estigmatizar, reprimir, desmerecer y excluir a varios docentes. La evaluación debe llevar consigo un análisis integral, humanista, formativo, sistemático, correspondiente con la realidad diversa del país. Necesita dejar de ser tratada como un aspecto meramente técnico, pues está demostrado que es también una decisión política, al estar ligada al enfoque o modelo pedagógico en vigencia que, por supuesto, tiene que ver directamente con la perspectiva de país, es decir, qué queremos hacer con la educación, para qué y por qué; qué seres humanos son los que necesita la sociedad.

Es importante que en este nuevo año, nuestros maestros y maestras nos brinden estos augurios, ellos han cumplido. Felicitarlos no basta, es menester que sus esfuerzos sean correspondidos y potencializados desde el Estado. (O)