Con este título circula en las redes sociales un video con un extracto de la conferencia de Jurgen Klaric, en la Universidad La Salle de México. Dentro de ese marco conceptual y algunas observaciones de mi cosecha pretendo hilvanar algunas ideas sobre la realidad de nuestra educación nacional porque cuando se aborda este tema en círculos de parientes y amigos se concluye con una aseveración unísona y simplona, a la vez: andamos muy mal.

Algunas premisas indispensables. El tema educativo, referido a nuestro Ecuador, es por demás amplio y complejo; es por esto que lo abordaremos en algunas entregas esperando los aportes de ustedes a fin de ofrecer a quienes nos gobiernan algunas pautas para una mejor comprensión. Los conceptos son indispensables, son pilares, pero igual o más importante es con que llenamos esa construcción y bien lo sabemos que en nuestro caso se lo hace con seres vivientes, con estudiantes y con maestros.

Cuentan que Al-Juarismi (780-850), matemático, geógrafo y astrónomo árabe, fue preguntado por sus alumnos sobre el valor del ser humano; él respondió: “Si tiene ética, entonces su valor es igual a 1. Si además es inteligente, le agregamos un cero y su valor será de 10. Si también es rico, le añadiremos otro cero y su valor será de 100. Si sobre todo eso es además una bella persona le agregaremos otro cero y su valor será de 1000. Pero, si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor, pues solamente le quedaran ceros. Sin valores éticos ni principios sólidos no queda nada, solamente delincuentes corruptos y malas personas”.

De mi cosecha: si unimos ‘un crimen llamado educación’ con el pensamiento de al-Juarismi es fácil concluir que si en los cimientos de nuestro quehacer educativo no está la ética todo el resto no es más que hojarasca o combustible capaz de arrasar con todos los bienes naturales y morales que se presenten. Sin ética todo lo demás es cero y si educamos precisamente sin el valor ética estamos destruyendo el presente y futuro de toda organización. Si al educar mal se comete un crimen, todos los que de una u otra forma educamos somos unos criminales.

Pienso con frecuencia en la conciencia de quienes se encuentran al frente de funciones públicas en las diversas escalas del poder. Los veo despreocupados, alegres, optimistas, contentos unos días amargados otros, ajenos a los fines últimos y causas primeras de los filósofos. Ellos, consumidos por el día a día, encuentran en su reposo, la medicina que les devuelve energías y, sobre todo, termina con aletargar la conciencia, lo poco o mucho que de ella aún exista. Sí, pienso en ellos a menudo y quizá por eso entiendo cómo luego de un par de años de gobierno la educación en vez de transformar a una nación la postra inmisericordemente.

Seguiremos con este tema, apenas lo hemos sobrevolado esta vez. Y lo hago en enero, a sabiendas, porque estamos en el mes de San Juan Bosco, fundador de la comunidad salesiana, dedicada principalmente a la educación de los más pobres y necesitados. (O)