El año 2019 quedó atrás, abriendo paso a la aurora de una nueva década. En el caso de América Latina, si bien el panorama se presenta convulsionado en lo económico, social y político, producto de avances y retrocesos, de luces y sombras, en aquello de atender las demandas ciudadanas y reducir la pobreza e inequidades; se abre –no obstante– un espacio para la esperanza en cuanto a construir un mundo mejor para nuestros pueblos.
Las manifestaciones populares que se han activado en varios países de la subregión hablan de una sociedad movilizada que no está dispuesta a someterse más a los caprichos de los regímenes autoritarios ya sean de izquierda o derecha o a los mandatos de organismos multilaterales cuyos caducos recetarios lo único que han generado es la agudización del conflicto interno, exacerbado por una distribución de la riqueza que condena a los pobres a continuar siendo los desheredados del sistema y a las clases pudientes, en cambio, a acumular aún mayor riqueza.
No olvidemos que lo sucedido en Ecuador, en el pasado mes de octubre, trajo consigo un mensaje político potente ya que el movimiento indígena y las organizaciones sociales obligaron al gobierno de Lenín Moreno, ahora con una credibilidad y apoyo ciudadano que está por los suelos, a recular en su irresponsable medida de eliminar –sin más– el subsidio a los combustibles. El ‘gobierno de todos’ ahora tiene claro que no puede actuar de espaldas a los intereses de la población, so pena de despertar, ipso facto, la ira popular.
Sin duda, se trata de una época harto difícil en lo económico. Por lo menos así lo evidencian las estimaciones que se hacen sobre sus principales indicadores. Valga decir que la formación bruta de capital evidencia que la inversión privada representa el 19,6 % del PIB nominal, en tanto la inversión pública apenas llega al 6,4 %, lo cual explica –también– el estancamiento del aparato productivo como consecuencia de la fuerte contracción de este componente.
Resulta difícil para un desempleado, subempleado o cualquier otra persona ubicada dentro del 60 % de la PEA que no dispone de un empleo adecuado (es decir que al menos gane una remuneración básica unificada, hoy situada en USD 400, y que trabaje cuarenta horas semanales), mirar a esta nueva década con mayor optimismo. Sin duda, la realidad supera a los buenos deseos y más con las previsiones de decrecimiento del PIB para el año 2020…
A esto se suma un escenario internacional bastante complejo como consecuencia de los desastres naturales que presentan a un planeta enfermo que sufre los efectos del calentamiento global. Asimismo, agreguémosle la aventura belicista del presidente norteamericano, Donald Trump, quien irresponsablemente ha echado gasolina en ese polvorín llamado Oriente Medio, tensionando al máximo las relaciones Washington-Teherán, con impredecibles consecuencias para la paz internacional. Desde luego, América Latina, si bien geográficamente distante de la zona de conflicto, mira con preocupación este choque de barbaries, dado el grado de interdependencia económica existente.
Son tiempos de dura prueba para los ecuatorianos, latinoamericanos y sociedad de naciones, quienes debemos permanecer unidos para enfrentar a nuestros problemas comunes. Esa quizá, en este momento, la principal fortaleza y luz para ese oscuro túnel que ofrece de entrada el presente decenio. (O)