Se dice que quien acuñó la frase es la economía, estúpido fue Bill Clinton… pero no: el inventor fue James Carville, un asesor político de Clinton, que basó en tres ejes su campaña contra George Bush padre, que se presentaba para su reelección. El segundo de los tres ejes era the economy, stupid. A esa idea los politólogos atribuyen el triunfo de Clinton en la elección de 1992, que parecía imposible dada la buena imagen de Bush.

Permíteme cambiar economía por política en la frase de Carville, no porque no crea que es una buen eje de cualquier campaña, sino porque la economía y la política son dos bueyes que tiran del mismo carro y son igual de importantes. De hecho, cuando Carville colgó el cartel con los ejes de campaña en los cuarteles generales del Partido Demócrata estadounidense, estaba haciendo política y de la buena.

Es la política, estúpidos es la recomendación a cualquiera en el poder que pretende su reelección a fuerza de pura economía, pero para atrás. El partido todavía en el gobierno de la Argentina llegó a la situación tan sorprendente de decirnos que había que votarlos porque en el próximo período iban a hacer lo que no hicieron en el primero. Aceptan que dejaron de hacer lo que tenían que hacer para que no les pase lo que les pasó. Es decir, que si hubieran hecho lo que habían prometido, probablemente no les hubiera ido como les fue y el domingo pasado hubieran ganado las elecciones. Y si a pesar de hacerlo también hubiesen perdido, por lo menos habrían hecho lo que habían prometido…

Lo sabe bien el peronismo y cualquiera que haya tenido una mínima experiencia en el poder. No basta con hacer obras públicas: además y, sobre todo, hay que hacer política, con las obras y con cualquier mejora en la vida de los ciudadanos, pero hay que aceptar que todavía estamos esperando las metas que se propusieron cuando empezaron a gobernar. Cosas que no se les escapan a los políticos de verdad, como no se les escapan las alianzas con quienes antes eran sus enemigos. Así es la política desde la época de Alejandro Magno y nadie puede decir que no lo sabe.

Si es tan importante continuar en el poder para afianzar unos cambios que todavía no vimos, hay que saber permanecer en el poder, pero además hay que saber hacer lo que hay que hacer para permanecer en el poder, tanto en la política como en la economía, desde el primer día de gobierno y no hay que ir tan lejos para aprenderlo: al fin y al cabo los que saben hacerlo están siempre del otro lado de la calle.

No se puede ganar una elección si no se mejora la vida del pueblo (eso que ahora llamamos gente); no se puede ser gradualista en la economía y drástico en la política y tampoco al revés; no se puede ir a una elección sin fiscalizarla para que no te roben votos; no te puede sorprender ninguna elección; no se puede confiar en encuestas baratas y tampoco en las caras: solo hay que confiar en las propias; no se puede mirar tranquilamente cómo la oposición se une (política también es unir a los propios y dividir a los contrarios); no se puede elegir a la contrincante y dejarte madrugar por la elegida; no se puede pensar que de repente las elecciones se ganan con Facebook; no se puede reaccionar cuando faltan solo dos meses para la elección; no se puede cambiar un país de un día para el otro y mucho menos después de 500 años de hacer todas las cosas del modo contrario; no se puede oponer al cinismo sin algo de cinismo; no se puede dejar la economía y la política en manos de aprendices de brujo…

No se cambia un país diciendo que sí se puede y haciendo todo lo que no se puede; se cambia con voluntad política, con determinación y con acciones concretas, una detrás de la otra y desde el primer día. Eso es la política. (O)