Ubicación, función y capacidad de cada uno de los jugadores son datos esenciales para especular sobre los posibles resultados en cualquier juego. En la política, que sigue en gran medida las reglas que rigen en los juegos, hay que añadir el número, porque a diferencia de los deportes ahí no está establecido de antemano. Con esos datos, a los que se añaden otros como las preferencias ciudadanas y las condiciones generales, los políticos pueden armar las estrategias y los analistas tienen el material para construir escenarios. Por ello, cuando uno de esos factores es desconocido o aparece solo de forma confusa, las suposiciones más sesudas están destinadas al fracaso. Mucho más, si el desconocimiento abarca a todos ellos, como ocurre en la situación actual.

En efecto, un ejercicio básico, como es la identificación de las ubicaciones de las organizaciones políticas representadas en la Asamblea (con respecto a los problemas del momento, no se diga a sus ideologías), no llega muy lejos. Tampoco se puede avanzar mucho en el intento de sondear los apoyos con que cuentan y los puntos que podrían obtener en una posible contienda electoral. La única excepción es el correísmo, que tiene un bloque básico estable, cuenta con un piso electoral medianamente determinado y tiene claro su objetivo de recortar el periodo del actual gobierno. Los demás flotan en un ambiente nebuloso, sin preocuparse por saber si ya comenzó el juego o sigue el peloteo de calentamiento. El bloque gobiernista, el más perdido del conjunto, no puede asegurar los votos de por lo menos la mitad de sus integrantes, por la sencilla razón de que desconoce cuántos son sus integrantes.

En el Ejecutivo se reproduce la situación. Mientras el frente económico hace maromas para enfrentar la crisis heredada con medidas tibias que no produzcan más costo social, el asesor estrella del presidente bombardea toda racionalidad con anuncios desmedidos que azuzan los malos pensamientos. El tren playero, la refinería y más ideas lanzadas al vuelo sin estudios ni coordinación con los ministros de cada área demuestran improvisación, desesperación, levantan sospechas y hacen añorar los tiempos en que los asesores no se arrogaban las funciones de voceros.

En el frente político no es mejor el panorama. El problema más evidente es la presencia, ahí adentro, de un grupo que mantiene comunicación directa con Bruselas. Como paso ineludible para enfrentar esa y otras amenazas, la ministra del Interior (o de Gobierno o como se denomine) y los demás integrantes que fueron parte del Gobierno anterior deben seguir la senda abierta por el asesor Roldán y hacer ese mea culpa al que todo político está obligado cuando ha cometido errores. No hacerlo les resta legitimidad y pone en evidencia que su cometido es una intrascendente pelea personal con el expresidente y no el enfrentamiento con el modelo que ayudaron a construir.

En la lógica de los juegos se busca evitar el azar. En el juego de la política ecuatoriana, al contrario, se apuesta todo a la suerte: “de tin marín…”, en donde caiga.(O)