Hace 50 años el hombre completó la más grande aventura del siglo XX y, quizás, de todos los tiempos. Nuestra milenaria historia, aquella en la que el ser humano aparece siempre plantado sobre la Tierra y mirando a las estrellas, cambió para siempre el 20 de julio de 1969; ese día, por primera vez, la especie humana caminó en otro cuerpo celeste distinto a la Tierra: la Luna.

A diferencia de otras epopeyas, esta no fue producto de la inspiración imaginativa de un Virgilio, Dante o Isaac Asimov. Esta historia es real, de carne y hueso, sin magia ni poderes sobrenaturales. Es una historia de perseverancia, ingenio y valentía.

Todo empezó en el año 1961 con el que debe ser uno de los discursos más inspiradores de todos los tiempos, cuando el presidente John F. Kennedy declaró que su país decidía “ir a la Luna, en esta década, no porque sea fácil sino, precisamente, porque es difícil…”. De esta política se inspiró el programa Mercury, luego nació el programa Gemini y, finalmente, el programa Apolo, que culminaría con la asombrosa tarea de llevar un ser humano a la Luna y traerlo de regreso a casa.

Cumpliendo el sueño de John F. Kennedy, en la mañana del 16 de julio de 1969, Neil Armstrong, Edwin (Buzz) Aldrin y Michael Collins –tripulantes de la misión espacial Apolo 11– despegaron a bordo del cohete más poderoso que se ha construido en todos los tiempos: el mítico Saturn V. Cuatro días después, el 20 de julio de 1969, Neil y Buzz aterrizaron en la Luna; “alunizaron” en el Valle de la Tranquilidad y Neil pudo dar “un paso pequeño para un hombre [pero] un gran salto para la humanidad”. La proeza fue transmitida por televisión y en vivo, mientras los habitantes de la Tierra presenciaban asombrados cómo los mencionados astronautas nos saludaban, caminaban y se tomaban fotografías que se convertirían en íconos de la cultura contemporánea.

Pero el alunizaje no solo fue una muestra de coraje, determinación y marketing; este tuvo una utilidad muy importante desde el punto de vista científico. Y es que, a partir de los materiales colectados en ese viaje espacial, se descubrió que hace 150 millones de años un asteroide del tamaño de Marte impactó la Tierra, desprendiendo parte de ella hasta formar la Luna. Nuestro satélite, entonces, fue “parido” por la Tierra cuando esta se defendía de un agresivo objeto celestial, lo que vino a desmentir la tesis hasta entonces sostenida de que la Luna se había formado conjuntamente y siempre al lado de la Tierra.

El proyecto Apolo, además, sirvió de inspiración para toda una generación de científicos, tanto para observar las estrellas como para mirar, con mayor cuidado, a nuestro planeta. En particular, la historia del Apolo 11, ─maravillosa y cuidadosamente relatada en el documental del mismo nombre dirigido por Damien Chazelle (2019) y en el largometraje First Man (2018)─, es la cúspide de una proeza tecnológica sin parangón que fue llevada a cabo con seriedad, coraje y trabajo en equipo.

La Luna sigue siendo el único cuerpo celeste, diferente a la Tierra, en el que personalmente el ser humano ha podido caminar y explorar. Todos esperamos una nueva proeza de esta envergadura, que inspire a la siguiente generación a explorar los confines del universo. (O)