Roberto López publicó en esta sección una respuesta a mi columna ‘Divorcio separatista por el matrimonio igualitario’. No quiero polemizar gratuitamente ni ofender.
Decir, como ha hecho López, que el constitucionalista y catedrático Ramiro Ávila está “disfrazado de juez”, me parece una adjetivación innecesaria. Puntualiza que su propuesta es la de un estado federal como la “única forma” de frenar lo que ya ha detectado como posicionamiento independentista en Guayaquil. No es la única forma, no hay que ser tan pretencioso, hay muchas más, sobre todo evitar la más leve xenofobia regionalista. Celebro que se centre en sus zapatos “legales”, y que no insinúe ni agite a quienes les pueda interesar, convenir o simplemente estusiasmar polémicas divisionistas. Es divertido que aluda a mi condición de novelista con una distinción también divisionista, propio de quienes dividen el mundo en blanco y negro: “La literatura es arte. El derecho es ciencia. Por eso, la sabiduría popular, a veces suele encargarse mejor de estas cosas. Zapatero, a tu zapato”. No estoy tan seguro de que las divisiones sean tan estrechas, y precisamente, como novelista, dudo de actitudes tajantes. Y no escribí ninguna novela a partir de su artículo. Di cuenta de mi preocupación por las reacciones injustificadas frente al matrimonio igualitario, que no justifica una extrapolación extrema como pretender un estado federal. Jamás he escrito una novela con estos temas, aunque sí he sugerido la devastación de los fanatismos políticos en mis novelas El desterrado y La escalera de Bramante. No creo en la literatura comprometida: desdibuja todo el alcance artístico con panfletos maniqueos, así como son maniqueos los científicos que pretenden comprender con cifras la totalidad de la experiencia humana. Creo en la responsabilidad de un escritor, en sus artículos, sin adjetivos innecesarios, frente a la sociedad en la que vive.(O)
Leonardo Valencia,
Quito