Vivimos en una época gelatinosa de la historia de la humanidad. Como en las anteriores, hay relación estrecha entre las llagas del mundo y las de la Iglesia. Las llagas son diversas, pero inseparables, como la carne de la sangre. La afirmación del poeta Jorge Manrique “Cómo a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor” incluye las realidades de las mismas personas, entremezcladas terrenas y eclesiales.
Una llaga cada día más purulenta y menos ocultada es la de algunos gobernantes ladrones, disfrazados de servidores. Otra, la de algunos machos que quieren ser hembras; de algunas hembras que quieren ser machos. Otra, la de algunos iletrados con título de doctores. Todos reclaman derechos indefinidos; pocos los fundamentan en correspondientes deberes. Toda persona con llagas o sin llagas es respetable, sin que las llagas dejen de ser llagas.
José Carlos Tuárez, gelatinoso, aparece como llaga. No lo conozco; lo respeto, como a toda persona humana. Unos lo llaman “padre”; otros “cura”; otros acertadamente lo llaman “fraile”.
Este fraile gelatinoso desconcierta; pues, cuando le conviene aparecer como sacerdote ministro, usa el cuello, distintivo actual del clero, nunca el hábito de la Orden de Frailes Dominicos, benemérita por sus servicios desde tiempos coloniales.
A contraluz, fray José María Vargas, de la misma Orden, humilde, sabio, piadoso, archivo viviente de arte e historia, muestra que sus valores humanos naturales fueron, como deben ser, base del valor sobrenatural del sacerdocio ministerial.
Si se encuentran en un candidato valores suficientes, se puede pedir al obispo que lo ordene sacerdote ministro. Posteriormente, su formación debe ser renovada periódicamente, para servir hoy y aquí; pues el sacerdocio ministerial es servicio, no es profesión, menos aún refugio de carencias.
Otra llaga, la de crímenes sexuales de clérigos. Algunos medios, elevando su porcentaje del 5%, señalado por sociólogos, al 9%, evidencian esta llaga de la sociedad terrena y de la Iglesia.
Es responsabilidad de todos, especialmente de los cristianos, curar esta llaga. Nadie puede lavarse las manos acusando a otros.
Para comprender la responsabilidad que corresponde en diverso grado a todos, resumo la identidad y organización de la comunidad de bautizados, llamada Iglesia: fue fundada por Cristo en doce apóstoles. Confió a ellos y a sus sucesores, los otros obispos unidos en torno a Pedro, la tarea de guiarla en la verdad y mutua ayuda.
El Espíritu de Dios fue suscitando comunidades cristianas en pueblos de diversas culturas. Contingencias históricas provocaron la separación de algunas comunidades en Oriente, también de origen apostólico, de la Iglesia católica romana. El obispo de Roma y el patriarca de Constantinopla se encuentran cada año en Roma, como signo de acatamiento de la petición de Cristo “Todos sean uno”.
Desde tiempos apostólicos unos cristianos se esforzaron en imitar preferentemente una faceta de la persona de Cristo, la pobreza, la sabiduría, la obediencia, etcétera. Se formaron en el seno de la misma Iglesia comunidades internamente autónomas y responsables, unidas en torno a Pedro y a los otros obispos. (La Orden de Frailes Dominicos formó a José Carlos Tuárez).
(O)










