Sentadas en el piso de la cocina de la casa nueva, con las luces apagadas y a escondidas de mamá, escuchábamos las voces de los indios que nos contaban relatos de terror. Una sensación morbosa de placer y miedo nos invadía y no podíamos dejar de oírlas. No sé si fue en ese espacio y en ese tiempo que escuché por primera vez la historia del Cura sin cabeza. Esta era casi casi peor que la de la Mariangula, aunque a decir verdad, con ambas me orinaba en los calzones. Lo que más miedo me daba del cura era que iba vestido de negro y que montaba un caballo blanco, su cuerpo acéfalo me daba más preocupación que miedo. ¿Cómo guía su caballo si no puede ver a dónde va? Era mi eterna inquietud a los 5 o 6 años. Las noches de miedo solían terminar porque mamá nos descubría, prendía la luz y regañaba a los empleados y a nosotros por igual. Entonces cada quien iba a morirse de miedo en su cama.
Intentando recordar exactamente el Cura sin cabeza, descubrí una interpretación que me resultó interesante. Dicen que con la imagen del alma en pena del “taita cura” se pretende ilustrar la tragedia de un pueblo que pierde a su caudillo (o tiene uno que no sirve de mucho), porque se asemeja a un cuerpo sin cabeza que camina sin rumbo cierto.
Hoy en el Ecuador la cultura está en emergencia. Estrenamos ministro, pero quienes trabajamos por la cultura nos preguntamos: ¿qué va a hacer Juan Fernando Velasco frente a un ministerio que nació sin brújula? Un ministerio que gracias a la ineficiencia y a los compadrazgos de los doce o trece ministros que le han precedido se ha convertido en un ente pesado, obeso, repleto de gente sin rumbo. Con un Plan Lector más oscuro que la cocina de la casa nueva y con historias casi tan feas como la Mariangula. Espero estar equivocada, pero a mí me da la impresión de que el título de aquel célebre cuento del ministro saliente: Solo cenizas hallarás, es una triste realidad.
Ojalá el flamante ministro entienda por fin que su rol es dictar la política cultural, administrar la cultura, volverla eficiente, rentable. No le toca a él ser danzante, librero, editor, cineasta, zanquero, Mama Negra o Vaca Loca, para eso estamos los gestores culturales, los profesionales de cada sector. No le toca hacer papelones en ferias internacionales de libro, ni ser un triste galán de balneario ciego de vanidad.
Quiero confiar en que Juan Fernando entenderá que las normas hay que cumplirlas, que los derechos de autor hay que pagarlos y que beneficiar a los “amiguis” o autopublicarse (grabarse en su caso) no está bien.
Esperemos que revise y limpie ese ministerio, que si encuentra algo digno de rescatar, algún proyecto que valga la pena, le dé continuidad. Confiemos en que convoque a todos los sectores involucrados, que encuentre la brújula; y que, finalmente, el Ministerio de Cultura ya no camine sin rumbo cierto como el Cura sin cabeza.
(O)