Un terreno estaba sembrado de trigo. Una borrica del vecino se adentraba una y otra vez en el sembrado, causando daños. La borrica era incapaz de descubrir el mal que causaba; forzada a alejarse del sembrado, agachaba las orejas y se alejaba, para regresar una y otra vez al trigo. Recuerdo la frase con la que mi abuelo definía la repetición: “Dale la burra al trigo”. Recuerdo su comentario: Solo los bobos pueden aceptar que este problema se inicia y termina en la burra.

Posteriormente supe que el hacendado, cuyo terreno estaba claramente separado por una profunda quebrada, pretendía ignorar la quebrada para ampliar su hacienda. Sirviéndose de sus peones, incitaba una y otra vez a la borrica a saltar sobre la quebrada. Esta repetición de la burra le serviría ante jueces para argumentar su dominio sobre el terreno ajeno, sin importar el evidente límite. Como la ambición no tiene límites, se sirvió nuevamente de peones para que indujeran a los vecinos a decidir con votos que no había quebrada.

Los jueces que se mantuvieron como tales señalaron la realidad, es decir, la existencia de la quebrada; los otros, cerrando los ojos, decidieron que no había quebrada. “Colorín colorado”.

“Hacendados” actuales, reducidos a peones de sofisticados nuevos colonizadores, pretenden poner en oídos, especialmente de los jóvenes, “solo su verdad”, para que sea oída “libremente”, alejada del testimonio de los viejos caducos, que seguimos sosteniendo que hay alba y que hay ocaso, sin confundir la medianoche con el mediodía. Los caducos seguimos afirmando que la identidad no se compra ni se vende, a pesar del “poderoso caballero don dinero”.

Ratifico con afirmaciones de científicos, como Francis Collins, que hay quebrada, digan lo que digan ciertos dorados jurisconsultos. Collins, quien dirigió el proyecto Genoma Humano, sorprendido por “la elegancia del código genético humano” ADN, lo llamó lenguaje de Dios. Comentaba: No puede no haber un creador. Según un estudio realizado mediante encuestas a 149 biólogos, expertos en evolución, solo el 10% de ellos veía conflicto entre la ciencia que practicaban y la religión. Pío XII y Juan Pablo II afirman que la Iglesia católica nada tiene contra la teoría de la evolución. Lo que no se acepta ni es aceptable es la teoría evolucionista, según la que el alma humana es producto de la sola evolución.

La ciencia afirma que la posible evolución es transformación lenta y gradual, en milenios, alimentada en una raíz identificadora. “La naturaleza no hace saltos” ni ampara caprichos: hoy decido cambiar mi masculinidad a feminidad. Mañana, si me canso, podría volver a ser varón.

La persona humana es desde lo más profundo de su entraña un ser social, que se expresa y desarrolla en complementación con otros, no encerrándose en sí misma. La volatilidad no le da consistencia; y sin consistencia en el ser no hay identidad posible.

Nota: (Caricaturas publicadas descubren contradicciones humanas, como las referentes a esos pocos frailes vanidosos. Un fraile, si es hondamente fraile, podría supletoriamente buscar poder político para servir, no para pavonearse). (O)