El día en que, a grandes titulares, se anunciaba la inauguración de la primera estación de venta de combustible para autos en Galápagos, un resquemor se instalaba en la conciencia en forma de interrogantes: ¿es esa la ruta para este Patrimonio Natural de la Humanidad, según la declaración de 1978 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco (por sus siglas en inglés)? ¿Es ese el discurso que deben evidenciar los medios cuando se olvida el perfil crítico y se lanzan aplausos a un concepto de desarrollismo?

Resquemor parecido sobrevino cuando se anunciaba la inauguración de la primera carretera ¡asfaltada! Nuevamente la falta de sentido crítico ante un ecosistema tan, tan vulnerable, tan importante para la historia misma de la humanidad.

El Archipiélago de las Galápagos, único del Pacífico con presencia en los dos hemisferios, fue descubierto “accidentalmente” en el año 1535 por fray Thomas de Berlanga. Geológicamente es de historia reciente: apenas cinco millones de años y en formación, según reporta la ciencia. Magma que sigue brotando del fondo marino conforman nuevas islas en este mismo momento.

Fueron anexadas al Ecuador el 12 de febrero de 1832, y para la época ya existía un comité de colonización, o algo parecido. Tres años después arribó a las islas el buque Beagle, perteneciente a una expedición británica para ejecutar “sondeos y cartografía, dentro de una lista de lugares aislados de Europa”.

A bordo estaba un naturalista que revolucionaría la teoría del origen del hombre y las especies: Charles Darwin. Analizó la geología y biología de cuatro islas durante cinco semanas, tiempo suficiente para que varios años después inspirara dos obras clave en la comprensión de la evolución del hombre y las especies: On the Origin of Species (El origen de las especies, nombre dado a partir de la sexta edición), un texto prohibido para los actuales “defensores de la vida y la familia”.

“El libro de Darwin introdujo la teoría científica de que las poblaciones evolucionan durante el transcurso de las generaciones mediante un proceso conocido como selección natural. Presentó pruebas de que la diversidad de la vida surgió de la descendencia común a través de un patrón ramificado de evolución”. Fin del comunicado.

La historia de estas islas recoge también su utilización como portaviones (graciosa metáfora con la que un exoficial pretende justificar una nueva enajenación histórica del archipiélago) durante la Segunda Guerra Mundial.

“Once bombas presuntamente estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial fueron halladas por submarinistas cuando cumplían tareas de limpieza del fondo marino en el archipiélago de las Galápagos…”, relata una nota de prensa publicada por EL UNIVERSO en el año 2010. Testimonio vivo del otro destino, alejado de la ciencia y el conocimiento, que se pretende reeditar en el actual Gobierno.

Ni tiempo ni espacio para los temas de soberanía caben en esta columna. Pero, como dijo el oficial de la metáfora ante la prensa internacional, de eso ya ni siquiera debemos hablar. Sí, porque ya está en la Constitución. Ni para qué hablar de las garantías de soberanía.

Lo que nuevamente aflora para la población es: ¿lo vamos a permitir? (O)