Según la Real Academia Española de la Lengua, el lenguaje es la facultad de los humanos, de expresarse y comunicarse con los demás a través de sonidos articulados o de otros sistemas de signos. Pero esa capacidad se ha venido degenerando en la última década, en las producciones televisivas conocidas como narconovelas, donde se cuentan historias de personajes violentos que se volvieron mediáticos o de interés para generar guiones de documentales, series y todo aquello que a los libretistas les parece acertado contar. 

En los años 80 y 90 hasta el 2005 era común escuchar los diálogos entre los protagonistas de telenovelas venezolanas, mexicanas, brasileñas, peruanas y nacionales (La baronesa, Las aguas mansas, Abigaíl, Topacio, Betty la fea, El clon, etcétera), los cuales  no eran de grueso calibre idiomático; los gritos casi no existían si no tramas y dramas con finales previsibles (la empleada doméstica al final era la hija del dueño de casa y heredera de la fortuna, o el galán siempre debía quedarse con la bonita, y la chica mala en la cárcel), o las comedias. 

Era inconcebible escuchar malas palabras, peor aún pasar escenas en trajes de baño con glúteos inyectados o con las “siliconas” al aire. 

Llama la atención que no existen autocensuras a la mayoría de novelas enlatadas con megapromociones, lenguajes pornográficos (sin caer de moralista), pero es increíble escuchar historias de Escobar, Guzmán, carteles, mafia, entre otros, en las que palabras como: “pend...”, “ching...”, “la p… madre”, “hijo de...”; frases de las actrices “malvadas” como “¿acaso no te mueres por lo que tengo entre…?, y otras que por respeto no menciono. A más que contribuyen a seguir mermando las producciones nacionales, parece que más barato es comprar “enlatados”, que apoyar a los actores nacionales. 

Luego vienen las pautas de las noches, los noticieros que empiezan con notas a veces de cultura, religión, reformas en la educación básica con materias de cívica, moral...; toda una “fanesca” en la programación diaria. 

¿Controlan eso que sale al aire? La respuesta es sencilla, no. Estamos en la nación absurdistán.(O)

Félix Gómez Gamarra,

periodista, Guayaquil