Pienso que de entre los vocablos más interesantes de la lengua española, el pronombre usted y su uso multifacético representan uno de los legados más importantes de nuestra identidad cultural en Latinoamérica.
Sin embargo, con el pasar de los tiempos cada vez más va en desuso. El dirigirse directamente de tú con una persona extraña, un superior, un desconocido, un ser querido, un adulto mayor va volviéndose inexorablemente obsoleto. Con la intención probable y tal vez mal entendida de una igualdad social, cultural, política o económica mezclada con un toque de rebeldía y sin contexto, creemos muchas veces que el eliminar esta palabra y uso apropiado nos hace estar más a la altura de cualquiera.
El ustedeo formal o informal va perdiéndose, y con ello la representación intangible pero preciosa del trato de respeto, dependiendo de la relación cercana o no que se tenga con una persona. Es cierto que en cada país puede darse un contorno, uso y matiz diferente al usted y estar más arraigado o no que en otro en su frecuencia de uso, pero realmente no es lo cuestionable, sino la ausencia en el uso exquisito que puede adquirir en el trato interpersonal en todo momento, sobre todo cuando es casi exclusiva la participación y significado del mismo en un idioma.
No creo que la connotación que da el ustedeo esté relacionada para nada con el concepto de evolución cultural y de pensamiento social, sino simplemente una expresión de olvido y de vulnerabilidad malinterpretada que profundamente no cambia idiosincrasias ni posiciona movimientos radicales de apertura y diversidad; puesto que al contrario de las connotaciones negativas que pudiera querer dársele, rescatan de raíz esa calidez, cariño y respeto que hacen de los hispanoparlantes y latinos en general tan especiales en su trato.
Si más allá de utilizarlo simplemente como pronombre de segunda persona en plural al referirse a varios, continuáramos rescatando el uso individualizado que pudiéramos darle, a lo mejor la consecuencia sería que evolucionáramos rescatando paralelamente nuestra cultura y extendiendo a las nuevas generaciones las características únicas de una población que siendo emotiva no tiene miedo de expresar lo que siente. (O)
Álex Torres Espinoza,
avenida Samborondón