La sociedad mundial tiene rasgos de río revuelto, en el que hay dos viejos tiburones: el egoísmo y la pereza de pensar. No son nuevos, homosexualismo y lesbianismo. Es nueva la presentación de estas realidades humanas, especialmente en algunas zonas, en las que los económicamente pobres son más numerosos. Una presentación, encubierta, conduce al desencuentro. Mirar con claridad esta realidad permite distinguir lo humano de lo trucado.
La primera realidad es Matrimonio. Desde el principio de la historia el nombre indica el contenido; indica expresión de un programa de vida.
Insisten en usar el nombre, contrariando desde la etimología, para usar su prestigio milenario “matrimonio”. Matrimonio tiene un significado, que viene de “madre”; como paternidad viene de “padre”.
No sería tomadura de pelo preguntar a una pareja homosexual: ¿cuál de los dos es y actúa como varón o cuál de las dos mujeres es y actúa como mujer? Las hipotéticas adaptaciones quirúrgicas no llenarían el vacío de fecundidad biológica; no suprimirían las diferencias psicológicas, insertas en la realidad masculina y femenina.
Igualitario. Hay que suponer que se trata solo de igualdad de derechos civiles. Otra igualdad es imposible. La propaganda y diversos intereses están llenando los actuales vacíos de reflexión. Hasta logran que algunos acepten gato por liebre. No se puede comprar una identidad.
Es un asunto humano, antes que religioso.
El humano es humano antes de profesar una fe. A la persona, por ser humana, independientemente de la fe que profese, la realidad le dice que matrimonio es unión de un varón con una mujer. En la naturaleza es innegable la diferencia de sexos. Los animales la aceptan con su conducta. Los animales humanos la condicionan a la mirada parcial de su conveniencia. Es aleccionadora la conducta de animales irracionales, que actúan dentro del respeto de la diversidad de sexos.
Los “curas” niegan que la unión homosexual es matrimonio.
La ignorancia en lo relativo a la religión está oficialmente impuesta en establecimientos oficiales, bajo el pretexto de libertad. Esta “ignorancia” impide a algunos descubrir ligereza en quienes afirman que la unión sexual es matrimonio. “Solo los curas lo niegan”. Admitir la diferencia entre varón y mujer es ser “conservador”, es retrógrado. Si se trata de conservar la imagen de la fecundidad de la unión hombre mujer, quiero ser conservador.
La superficialidad dificulta sondear la hondura de la realidad de la unión homosexual. Esta no debiera aprovecharse del nombre matrimonio.
Por bien de la humanidad hay que conservar la identidad del matrimonio.
Laico, laicidad. El Estado no tiene religión, los ciudadanos sí tienen religión, es decir, los ciudadanos están conscientes de que hay alguien fuera de ellos; están conscientes de estar religados con un ser superior, que los trasciende. El campo que debe atender la Iglesia y el campo que debe atender el Estado son independientes. Como los ciudadanos son también creyentes, debiera haber colaboración, respetando la mutua independencia.
Laicismo. Es negar a Dios. Actuar personal y socialmente, como si Dios no existiera. En Ecuador hay políticos que usan a la Iglesia y clérigos que se dejan usar. (O)