Le quedan dos años al presidente Moreno en el poder. Sus planes y promesas deben enfrentar el inexorable paso del tiempo. La oportunidad de sus decisiones futuras marcará su gobierno. Quizás hasta ahora no todas han sido lo bien aprovechadas que pudieron ser.

No convocar una nueva consulta que hubiera resuelto definitivamente el tema candente del CPCCS, dejándolo insoluto indefinidamente, no le ha hecho favor alguno. Ha desmerecido ante la ciudadanía su capacidad de resolver problemas acuciantes y revela que más ha podido el histórico temor político a las consultas.

Ahora los halcones del nuevo CPCCS, cuya subsistencia es resultado de la inercia presidencial, empezarán a desgarrar personal y políticamente su gobierno, cumpliendo sus promesas de campaña, enderezando su accionar en la fiscalización presidencial, del régimen, ahora que no podrán revisar actuaciones del CPCCS-t, ni designar nuevas autoridades de control, excepto defensor del Pueblo.

Es verdad que su gobierno es un régimen de transición que carece de los recursos financieros y de la fortaleza política proporcionada por el caudal electoral que lo llevó al poder. Parecería, sin ser cierto, que el mandatario no es quien marca el paso de su gobierno.

Sin embargo, ha permitido que el desarrollo de los acontecimientos sea el que origina las decisiones presidenciales, en vez de que estas fuesen producto de su previa iniciativa y fruto de un meditado estudio de su impacto político. Al no tener esa fuente generacional, son frecuentemente materia de continuas enmiendas y revocatorias, aparentando una debilidad e improvisación que bien podría evitarse si fuesen consultadas y adoptadas oportunamente.

Este mes el presidente tendrá que afrontar problemas que pondrán a prueba el manejo y la capacidad política de su gobierno. Una Asamblea en la cual probablemente, la mayoría legislativa con Alianza PAIS que le ha permitido gobernar sin mayores sobresaltos, quedará dispersada y afectada de indisgestión por el “arroz verde” cocinado en Carondelet .

El juicio político a la señora Espinosa, y los entretelones de la nacionalización de Assange, así como su eventual responsabilidad política como poderdante de la excanciller, y la fragilidad de su argumento de descargo, servirá a sus opositores, legisladores, nuevos alcaldes y prefectos de la Revolución Ciudadana y a la permanente arremetida familiar de Correa para atacarlo.

Lo anterior, sumado al inútil secretismo sometido a los compromisos contenidos en los anexos integrantes de la Carta de Intención suscrita con el Fondo Monetario. Inexplicable incertidumbre que solo ayuda a generar rumores y temores sobre futuras medidas económicas que, indudablemente, impactarán decisivamente en la vida de los ecuatorianos, dando lugar a un innecesario traspié político para el gobierno, obligando a la Asamblea que compulsivamente exija su derecho a conocerlos, así como al texto íntegro de los contratos de crédito y de preventa petrolera celebrados con China.

La falta de una actitud decidida del presidente en el tiempo, generalmente energizada por terceros, permite la falsa impresión de que sus decisiones y su obrar, siendo propios, en realidad son ajenos, al ceder a terceros el protagonismo político que le proporcionaría el favor ciudadano.

¡Cuidado, presidente Moreno! Los idus de mayo han llegado.(O)