¿Y el tranvía? Pese a que cada mañana, cada tarde y cada noche este moderno sistema de transporte público hace su recorrido por las calles céntricas de Cuenca, el servicio en sí sigue estacionado.

La oferta, de la decena de ofertas incumplidas sobre este tema por el alcalde saliente Marcelo Cabrera, de que el sistema de tranvía operaría en Cuenca desde marzo pasado, se quedó en eso: un incumplimiento más para la colección de la corta memoria colectiva del ciudadano común. Los costosos vagones desfilan vacíos y puntuales a lo largo de un recorrido que evidentemente requiere de obras complementarias. Y entre la serie de complementos necesarios para su operación, quizá el más polémico está en la definición del costo del pasaje para los potenciales usuarios.

La obra física del “proyecto tranviario” se inició en diciembre de 2013; previamente, dos años antes, se había concebido la idea y solicitado los estudios; la fecha prevista para la operación definitiva fue en abril del año 2015. Pero la cadena de retrasos por el tema financiero no solo que postergaron su operación, sino que lo mantuvieron inactivo entre los años 2016 y 2017. Superados los inconvenientes, el tranvía avanzó lento hasta que desde mediados del año anterior pasó a ser tema de demagogia electoral: casi en el cierre de campaña se anunció que todo estaba listo y hasta se invitó a recorridos a potenciales electores. Campaña finalizada, alcalde electo, ahora regresamos nuevamente a un punto de incertidumbre, pues la verdad sea dicha no están terminadas las obras civiles en su totalidad, no hay actas de entrega-recepción, no hay ideas fijas sobre el costo del pasaje y menos sobre cómo solventar los costos de operación y mantenimiento del sistema: casi 700.000 dólares mensuales.

Así, en medio de toda la irresponsabilidad –e impunidad– con la que localmente se ha manejado la cosa pública, seguimos a la espera de la operación definitiva. El nuevo alcalde de la ciudad ha definido su posición: que en los próximos seis días que le quedan a Cabrera asuman su responsabilidad en la fijación del pasaje; ya lo demás le tocará fajarse a Pedro Palacios y su equipo. (No se necesita una bola de cristal para adivinar que Cabrera no lo va a hacer, pues por ahora la urgencia es lamerse las heridas de su estrepitosa caída política en las elecciones seccionales).

Y no solo el tranvía será el primer reto urgente de la nueva administración, sino de todo el sistema de transportación pública en la ciudad, y Palacios lo podrá hacer con la libertad que le da el hecho de no haber llegado a la Alcaldía aupado por los gremios de transportistas ni con los aportes de los acaudalados dirigentes. Regular líneas, ordenar cooperativas, romper monopolios, silenciar privilegios; una tarea pendiente a la que deberá estar invitada Contraloría.

Mientras tanto, y en procura de que los nuevos hábitos se instalen entre los ciudadanos que no dejan de sorprenderse ante el paso de vagones vacíos, seguiremos esperando el inicio del servicio del tranvía nuestro de todos los días: efectivo, como nos lo ofrecieron; solidario, como nos lo juraron; práctico, como nos lo plantearon. (O)