Un confuso concepto de política ronda entre nosotros. No soy pesimista, porque conozco que, contra corriente, hay políticos con fuerza moral, que se esfuerzan en servir.

Esos políticos, a los que hoy algunos consideran “tontos”, buscaban y buscan mucho más que dinero; servir y proyectarse en obras de servicio.

Son políticos con fuerza moral, recibida de su familia, de la escuela y de su ambiente social. Con esa fuerza moral se niegan a usar la sociedad como parapeto del robo con diversos nombres.

Esos políticos buscan asesores, para descubrir y atender necesidades prioritarias.

Los que se sirven y no sirven, los que no merecen el nombre de políticos, se han multiplicado. ¿Por qué? Porque Moral y Cívica se han excluido de algunos hogares y de escuelas.

A esos maestros y estudiantes les parecen cada vez con más claridad “tontos” los alcaldes de antaño, que servían “ad honorem”.

El honor de servir, buscando el bien común en parroquias y cantones, no tenía otro precio que el polvo del camino.

Hoy es difícil comprender el fervor de campañas electorales, realizadas en el siglo pasado; campañas no financiadas, ni por financiarse. Las principales tareas del buen triunfador eran corregir, terminar, con las adaptaciones necesarias, las obras comenzadas; escoger con el debido estudio las necesidades más urgentes; realizarlas por el precio prefijado, para ganar en el concurso y para realizar la obra, sin el actual previsto aumento de precios.

Pocos, los que no tienen una cola larga, se atreven a pisar la cola del vecino.

Además, se basan en la experiencia de que “las deudas viejas prescriben; a las nuevas se las deja envejecer”.

No conozco aún medidas concretas, establecidas como inevitables, para demostrar el origen honesto de nuevas riquezas.

Actualmente funcionarios, como los alcaldes, son remunerados. Remunerar a funcionarios necesarios está bien. No está bien convertir las entidades en agencias de colocación, también, porque se adormece en la sociedad el estímulo para crear fuentes de trabajo.

No es aventurado afirmar que, a falta de estas fuentes de trabajo, algunos lo buscan en candidaturas.

La democracia exige un voto consciente y libre. Siendo tan numerosos los candidatos, no podemos conocerlos y calificarlos. ¡Se nos ha condenado a votar a ciegas!

Se puede afirmar sin reservas que hay democracia, en proporción a la libertad, inseparable del conocimiento. La debilidad de la democracia ha sido el campo fértil de regímenes, en los que no cuentan las personas, sino la ideología.

La renovación fundamental no está en las leyes, que establecen premios y castigos.

La renovación radical se inicia, se alimenta, se robustece en la conciencia personal, sostenida por un ambiente social.

La corrupción, descubierta al final de esta etapa, no es de ayer, sino de antes de ayer.

Puede reaparecer, aún más nauseabunda, si no se atiende la raíz, alimentada en el egoísmo humano. No basta limpiar el polvo hoy, para pretender rehuir responsabilidades: “De mis manos ya pasó”. El crimen ya prescribió o prescribirá; me queda lo robado.

La multifacética pobreza solo para los que no queremos huir del país, o tenemos vergüenza.(O)