Debo comenzar esta columna reiterando que no soy periodista de oficio ni de profesión; sin embargo, como consecuencia del ejercicio profesional como abogado de medios de comunicación por más de dos décadas y trajinar en ONG vinculadas a la defensa de la libertad de expresión, locales y regionales, creo conocer en buena medida su problemática.

Dicho esto, debo confesar que desde hace algún tiempo he estado tentado a abordar este delicado y controversial tema, pero he tenido temor a ser malinterpretado o sacado de contexto, en un momento tan complejo como el que vive el Ecuador.

Pero he llegado a la conclusión de que debo hacerlo por el bien del periodismo, que ahora más que nunca debe ser defendido y protegido de las amenazas internas y externas que lo rondan; defendido por el bien de la institucionalidad democrática, por la que tanto hemos luchado y que, de a poco, parece que vamos alcanzando.

¿Qué es periodismo?

Periodismo es informar, investigar y opinar, de manera habitual, independiente y con respeto a la ley y la ética, sobre los temas de interés público, para que la ciudadanía se exprese e informe de lo que ocurre en su entorno cercano, en su ciudad, en su país y en el mundo.

¿Quién es periodista?

Es aquella persona que realiza una actividad periodística de manera habitual.

En este tema existe la eterna discusión acerca de la exigencia de título profesional para ejercer el periodismo, que aunque ya fue zanjada hace tiempo por la Corte Interamericana de DD.HH. y otras equivalentes en el mundo, en el sentido de que el periodismo es un oficio, he considerado mencionarla por ser relevante.

¿Puede la prensa acceder de manera habitual a información de terceros, mediante prácticas violatorias de la ley y, sobre todo, de derechos humanos fundamentales, como el derecho a la inviolabilidad de la correspondencia, so pretexto de perseguir un bien superior, como por ejemplo descubrir tramas de corrupción en el manejo de fondos públicos o para la comisión de otra clase de delitos?

La respuesta es no, salvo cuando la información haya sido obtenida mediante actos ilegales o delictivos de terceros, sin conocimiento o participación de la prensa, y le haya llegado mediante filtración de terceros que solicitan reserva de la fuente.

El ejercicio de periodismo debe responder a la observancia irrestricta de la ley y, sobre todo, de los más altos valores éticos. Por excepción, y únicamente cuando la revelación de la información se considere fundamental para los intereses públicos, la prensa puede difundir información que a todas luces ha sido obtenida de manera dolosa e ilegal por terceros ajenos a la actividad periodística.

¿Se debe considerar periodista a quien de manera habitual fundamenta sus investigaciones en intercepción, clonación y hackeo de información personal, aun cuando revele importantes tramas de corrupción o comisión de delitos?

Yo creo que no. Es un detective, investigador, justiciero o héroe, pero no es periodista, aunque la información sea relevante y lo difunda la prensa.

Luego de diez años de desprestigio sistemático a la prensa y a los periodistas, es fundamental rescatar sus valores y principios y evitar distorsiones que sirvan para justificar los ataques de sus detractores. (O)