A raíz de la denuncia presentada en días pasados que involucraba a un familiar del presidente de la República con empresas offshore, no tardaron en surgir, de forma impetuosa, las voces de los integrantes del movimiento Revolución Ciudadana, llegando incluso al punto de solicitar la revocatoria del mandato de Lenín Moreno, sin que falte la opinión tuitera del exgobernante que más allá de alentar a la gente para que vaya a la Plaza Grande, no dudó en escribir ¡fuera, corrupto, fuera!

En ese contexto, llegué a la conclusión de que el movimiento Revolución Ciudadana ha incorporado el descaro como elemento fundamental de una teoría de estrategia política, pues solo de esa forma se puede explicar la total desvergüenza con la que encara dicho movimiento el asunto de la corrupción, especialmente si se constatan los impúdicos y generalizados eventos que se dieron en el anterior proceso político. En otras palabras: hay que ser verdaderamente “cara de tuco”, como frecuentemente lo insinuaba el exgobernante, para a estas alturas predicar ética y probidad, cuando fueron precisamente esas virtudes las que no estuvieron luminosas durante tanto tiempo. Que ahora vengan a predicar con aseveraciones e insinuaciones, llegando incluso a recomendar la revocatoria del mandato de Moreno es, a todas luces, un despropósito que solo puede entenderse dentro de lo que señalaba, un manual de estrategia política.

En este caso y de acuerdo a una interpretación del descaro como manifestación política, existe por parte del referido movimiento la intención de que los valores y principios pueden ser neutralizados o suplantados negando la existencia del daño producido por los actos de corrupción, es decir, se utiliza en este caso el mencionado descaro como elemento de eliminación de responsabilidades, atribuyendo cualquier indicio al nuevo gobernante. No se trata de mala memoria, ni mucho menos de despiste, estamos ante la presencia de un modo de hacer y entender política, sinuoso pero al mismo tiempo torpe, hacerse los inocentes alimentándose de la presunción de que la ciudadanía no tiene la sensatez suficiente para no darse cuenta de la diferencia.

Por supuesto, se podrá decir que aquí nadie ha descubierto la pólvora y que el descaro como herramienta de manipulación política es parte sustancial de la controversia democrática. El problema es que como posiblemente nunca antes en nuestra historia, se ha demostrado tanta impudicia en el discurso y en el relato. Una cosa es exigir una investigación profunda respecto del caso denunciado, otra, que pretendan dictarnos normas de decencia y pureza política. Impresentable. (O)