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Sí, amigos, me despido. Pero no me voy. No me voy de esta columna. Lo haré cuando ustedes dejen de leerme o pidan al director de este Diario, con buenas palabras: suficiente, hasta aquí nomás, gracias. Me voy de mis comentarios que enjuician la forma de hacer política en el país. Me voy de tantos anhelos expresados y tantas fechorías denunciadas. Me cansé de disparar al viento, por esto me voy. En los próximos párrafos señalaré razones para esta decisión y anunciaré también a qué quiero dedicar esta página. Ustedes me dirán si mi proceder fue acertado o no. Me propongo, en breves líneas, esbozar una agenda al menos para los meses que vienen. Al grano, pues.

1. Nunca fuimos un país perfecto, pero fuimos considerados, con razón, una isla de paz. Hoy nos odiamos, con machetes o con sonrisas, nos detestamos. Hoy se ultraja a la mujer en manada; se viola a la niñez; se mata y descuartizan sus cuerpos; se los bota en despeñaderos y ríos; se asesina por profesión, por deporte, por encargo, por odio, por menosprecio, por dinero. La vida perdió su valor. El crimen es ajuste de cuentas, voz de alerta o comienzo de un imperio de terror. El crimen no respeta edades.

2. La desfachatez, sinónimo de sinvergüencería, se ha vuelto título nobiliario y moneda de prestigio. Los rateros al ser descubiertos ya no huyen, no se esconden, no sienten rubor; siguen orondos, sonrientes, en puestos administrativos. Algunos se aprestan a ser elegidos en marzo. Los creadores de estos títeres y artífices de la postración cívica nacional osan dictar normas, criticar actuaciones y añoran un pasado que incrementó sus finanzas, el cual esquilmó al país.

3. Por los medios de comunicación estoy al tanto del devenir político. De un tiempo acá la información que el país recibe a diario, en dos o más ediciones, está teñida de rojo y manchada con el pus de la corrupción. Los crímenes pasionales, robos, asaltos, atropellamientos, volcamiento de buses y violaciones son el aperitivo. El plato fuerte se prepara en la Asamblea, Fiscalía, Contraloría, Presidencia de la República, ministerios y organismos de poder, con temas que se refieren al saqueo planificado y perniciosamente ejecutado de los bienes del Estado durante una década densa en rapacidades y alegres festines. El expresidente RCD, prófugo de la justicia, bien haría –por decencia– en ocultar su rostro y silenciar su voz.

Buscaré en los próximos meses convertir esta columna en un remanso de reflexión, de orientación para jóvenes, de búsqueda de soluciones para problemas concretos; quiero volcar aquí mi experiencia de maestro para llegar a los docentes que quizá buscan reforzar sus anhelos a la luz de sugerencias oportunas; mediante la ponderación de lo positivo es factible reflexionar y modificar procedimientos. Difundir profusamente lo negativo no ayuda a corregirlo, todo lo contrario, a darlo a conocer.

Con las sugerencias de ustedes, amables lectores de EL UNIVERSO, tocaremos temas vinculados con la educación en valores de nuestros estudiantes. Dios mediante, lo haremos.

“La educación es el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida”, Miguel Rojas. (O)