Regresé a mi país hace 5 años, luego de un largo exilio. En mi primera conferencia pública en Guayaquil, dictada en la Universidad Espíritu Santo, en el 2015, hace ya cuatro años, expresé con claridad que el Ecuador en ese momento presentaba cifras económicas alarmantes, y que ya en ese entonces se requería un cambio completo de modelo, el cual debía partir de un acuerdo con los organismos internacionales, en el cual el eje esencial debía ser el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Por ello, los vientos que se sienten de un posible acuerdo con el FMI, que tanto necesita el Ecuador, han tardado más de lo debido en soplar.

La devastación ocurrida en la economía del Ecuador, producto de la gestión de la FaRC (familia revolución ciudadana) era ya más que evidente para el año 2015. La importancia de esa fecha es que la caída del precio del petróleo y la apreciación del dólar, excusas usadas por la FaRC para justificar la destrucción de la economía ecuatoriana, ocurrieron en el año 2016. Es por ello que el libro que publiqué se llamó “El Petróleo: un detonante y no un causante”, en el cual se explica las razones de la devastación y se propone el modelo sustitutivo.

Ante el posible acuerdo con el FMI, primeramente debemos entender que la necesidad del mismo proviene de una crisis heredada, gestada y producida por la FaRC, no por la caída del precio del petróleo ni la apreciación del dólar, ni por la gestión del actual gobierno, el cual ha tardado en resolver la crisis, pero no la generó.

Lo segundo fundamental de entender es que el FMI no impone condiciones. Si en el banco se pide un préstamo para la casa, uno entrega la hipoteca libremente para luego ser un feliz dueño de la misma. Nadie cuestiona esto. El banco no es perverso. Cuando un país va enfermo al FMI, tiene que ajustarse, porque la situación de ese país lo exige, como cuando el médico nos sugiere cambiar de vida para salvarnos y no morir antes de tiempo.

Lo tercero y muy importante que debemos entender es que el FMI no le da dinero al Gobierno, sino al Banco Central, para que el país tenga reservas, liquidez internacional, y pueda respirar. Es decir, da liquidez que se puede usar por parte del sector privado, de los municipios y de toda la sociedad.

Por ello, el dinero que se obtiene del FMI no sirve para cubrir el hueco fiscal, sino para que toda la sociedad respire con liquidez en el Banco Central. El gobierno no puede tomar esos recursos y dilapidarlos. Tiene que ajustarse a la nueva realidad, bajando gastos, y generando más ingresos.

El cómo los genera no lo impone el FMI, sino que el país decide cómo hacerlo. Así por ejemplo si el Ecuador decide hacer una APP y obtiene 3.000 millones o 2.000 millones con lo cual liquida personal burocrático innecesario que baja el gasto en forma permanente, para el FMI es igual que subir un impuesto, pues el resultado neto sobre las finanzas públicas es el mismo.

Cualquier otro acreedor le da dinero al gobierno y no al BCE. El gobierno toma ese nuevo crédito y lo gasta, y no siente necesidad de cortar la grasa y ajustarse a la realidad. Esa es la perversidad de seguirse endeudando sin ajustar.

Por ello es sumamente conveniente el acuerdo con el FMI, que nos da liquidez para el BCE, obliga al gobierno a ajustarse bajando el gasto, nos abre puertas con BID, Banco Mundial, CAF, FLAR y el mismo mercado internacional para obtener más recursos en mejores condiciones, y nos encaja en un programa de reconstrucción de una maltrecha economía.

Los recursos del FMI no se pueden usar para “recompra” de deuda como algunos “expertos” han sugerido, ya que no son recursos del gobierno, y tontísimo sería que el BCE que está sumamente bajo de liquidez cometa el error de canjear dólares líquidos que sirven para traer medicinas, materias primas y otras importaciones, por papeles del gobierno, de los cuales ya está saturado.

Por encima de este necesarísimo acuerdo, es la hora de que la sociedad ecuatoriana medite sobre cómo se puede derrotar a la pobreza. Miremos a Venezuela y Cuba, y comparemos esos países con Chile. Miremos a Corea el Norte frente a Corea del Sur. Miremos lo que fue Alemania Oriental frente a la Occidental.

Solamente una economía libre, que utilice los incentivos del mercado, la capitalización para generar más y más inversión, que a su vez genere más y más producción, resuelve el tema de la pobreza mediante el crecimiento.

Muy lejos de eso estuvo la FaRC. Hay que acometer este gran cambio sin miedo, y sobre todo, sostenerlo por un período suficientemente largo, para que produzca el resultado que todos los ecuatorianos tanto anhelamos.