Para bien o para mal, la palabra “iglesia” es de las más usadas; sin embargo, su uso es frecuentemente confuso y alejado de su origen. La necesidad de entendernos exige conocer y respetar el significado acorde con su origen y con su uso autorizado.
“Eclessia” es palabra griega que significa asamblea. Se la usó en el mundo cristiano para designar la asamblea de los bautizados, es decir, de los que participan de la vida de Cristo. Posteriormente, con esta palabra se designó también el edificio que acoge a la asamblea.
Algunos bautizados reciben una ulterior participación de la vida de Cristo, no tanto en orden a una mayor dignidad, cuanto en orden a un servicio específico. Dignidad por dignidad, separada de un ulterior servicio, carece de significado cristiano. En cristiano, reinar significa servir. Quedan vestigios de una cultura pasada, que no termina de pasar: Monseñor, Mi Señor, Excelentísimo Señor. ¿A quien se le ocurre dar a Jesús el calificativo “Excelentísimo Señor”? A Jesús nos dirigimos con un “tú”, que no disminuye nuestra reverencia a Él. Con el “tú” expresamos y fomentamos cercanía; expresamos confianza en quien, siendo Hijo de Dios, se hizo semejante a nosotros, menos en el pecado.
El papa Francisco ha dado y sigue dando pasos hacia la sencillez. Él sabe que muchos de los que conservan adjetivos pomposos no son menos humildes que otros que no los usan: se adaptan a los signos de un tiempo pasado, que sigue vigente en algunos ambientes. Muchos que los usan son conscientes de que lo más importante es el respeto a los otros; lo demuestran con su servicio humilde a los marginados.
El uso de la palabra “iglesia” es frecuentemente no solo alejado de su origen, sino usado con simpatía por quienes aceptan ser miembros solidarios de la misma; es también usada con menosprecio, para referirse a miembros que han dañado y dañan su imagen con una conducta reprochable. Es comprensible que frente a Iglesia no sea frecuente la imparcialidad.
Un vacío de instrucción es evidente en nuestro medio: hay bautizados que no se cuentan como miembros de la Iglesia. Algunos bautizados y no bautizados reservan el nombre de iglesia a los miembros del clero y a los religiosos. Por falta de instrucción ignoran que el bautizo es la base de la identidad cristiana.
Otra de las palabras más frecuentes del léxico cristiano es “pastor”. Designa a quienes han recibido la misión de cuidar y guiar a los miembros de la comunidad. Conlleva el riesgo de sugerir pasividad en los miembros de la Iglesia. Es menos usada, por el riesgo de aplicar la pasividad, la pasividad de las ovejas, como distintivo de los bautizados. El llamar ovejas a los bautizados, sin precisar el alcance de este término, confirmaría la tendencia de concentrar en los clérigos los derechos y obligaciones en la Iglesia.
Clericalismo de los servidores e infantilismo de los laicos van de la mano. Para que la Iglesia sea instrumento más efectivo de salvación, se requiere que clérigos y laicos actúen unidos, respetando unos y otros su propia identidad. (O)