Se debate, sin conocimientos técnicos, el aborto, por ocultos negociados transnacionales.
Al unirse el óvulo con el espermatozoide desde ese “mágico” momento pierden su identidad. En pocas horas un embrión cuyas células se multiplican rápidamente y cobra individualidad propia, ya no son dos células sino un nuevo ser con vida y derechos propios. Sus 46 cromosomas y cerca de 6 millones de genes conforman el código genético definitivo de la persona. En la segunda semana posee más de 8 mil células y comienza a formarse el cordón umbilical y la placenta; en la tercera, la columna vertebral y la cabecita, también la formación de los pulmones, riñones y el hígado (para la producción de su propia sangre), y a los 24 días el corazón ya formado comenzará a latir, al comienzo irregularmente y luego solo se detendrá al morir. Al primer mes mide apenas medio centímetro y pesa cerca de 1/2 gramo, los brazos y piernas han comenzado a crecer. Una semana más tarde ha doblado su peso y tamaño, identificando claramente su cabeza, tórax y abdomen; se hacen visibles los ojos y párpados y poco a poco las orejas y nariz van tomando forma. En la sexta y séptima semanas comienzan a distinguirse los dedos de las manos y pies, sus labios, hacen pequeñas muecas, saca la lengua de vez en cuando, su cerebro está casi completo y si se le hiciera cosquillas en la plantita del pie las sentiría. A los dos meses ya se formaron todos sus órganos y si se lo pincha puede sentir dolor. Lamentablemente en este periodo se produce la mayor cantidad de abortos.
Las formas de asesinato para practicar el aborto son inhumanas hacia un ser inocente que no tiene que ser reo de una existencia que él no pidió y que la bondad del Divino Hacedor se la otorgó. La embriotomía es un proceso en el cual el destajero de turno raspa la cavidad uterina (donde se aloja el indefenso ser) con un afilado instrumento que destroza el cuerpito, arrancando sus extremidades y lastimando todos sus órganos. Es extraído del útero luego de una tortura cruel, ya sin forma y en pequeños pedazos.
Otros métodos igual de brutales consisten en inyectar sustancias químicas que al mezclarse con el líquido amniótico producirán la muerte en unas 24 horas, en medio de dolores intensos y una cruel agonía. En el cuarto o quinto mes, el aborto es por cesárea. Se lo extrae junto con la placenta y lo dejan agonizar hasta que muere. “El producto” es apetecido por grandes empresas como “materia prima” de alta calidad para cosméticos, jabones, etcétera.
La intervención del Estado es necesaria para detener los abortos. La creación de casas cunas que acojan a estos seres que son indeseados por los progenitores, y donde personas cristianas de buena voluntad los atiendan con cariño, es una solución.(O)
José González Williams,
médico en Pediatría, Guayaquil









