Él te regaló Sapiens. De animales a dioses de Yuval Harari, lo leíste ¡y viste la luz! Así les pasó a millones de personas necesitadas de explicaciones sencillas y rápidas sobre temas que no son de su especialidad, entre las que están, por supuesto, Barack Obama y Mark Zuckerberg. Este libro es, según su subtítulo, “una breve historia de la humanidad”, pero se trata más bien de una interpretación de ella, arbitraria y fantasiosa, como opinan historiadores y antropólogos serios. Construida sobre un materialismo ramplón, deja de lado procesos fundamentales o los tergiversa para no desbaratar su argumentación. ¡Además predice el futuro! La historia sería un proceso de evolución que nos lleva de la materia inerte a la vida, que llega a los simios superiores, de los que el más avanzado es el ser humano, que se apresta a ceder el testigo de la evolución a máquinas y robots biotecnológicos que nos convertirán en dioses... ¿Qué? Sí. Recurre a no siempre pertinentes recetas budistas y mezcla elementos heterogéneos para sorprender a los milenials ávidos de textos emocionantes.

Una de las peores confusiones para la cultura moderna es creer que hay máquinas inteligentes. No, no existen tales cosas. Existen máquinas que ayudan a pensar, como una máquina de escribir facilita la escritura, pero no escribe nada. Las computadoras facilitan ordenar el pensamiento, lo almacenan, hacen a una velocidad increíble tareas rutinarias que complican el pensar a los humanos... pero no tienen inteligencia, es decir no son capaces de encontrar soluciones a problemas nuevos y, ni siquiera, soluciones nuevas a problemas viejos. Hasta ahora ninguna máquina, por potente y complicada que sea, ha hecho un solo descubrimiento. Publíquese.

Harari abunda en confusiones como la de englobar con el término “ficciones” a categorías del pensamiento que van de los mismos mitos, tales como los dioses olímpicos, a la propia ciencia. Parecería que no entiende cuál es la condición epistemológica de las abstracciones, que si bien no son objetos materiales, pueden ser reales. Recientemente un artículo suyo publicado por un periódico español demuestra cómo sus ideas erradas lo conducen a nuevos despropósitos. Como cree que los cerebros humanos son una suerte de computadores, considera que son “hackeables”, es decir que cierta publicidad muy científicamente dirigida puede convertir a las personas en zombis manipulables, con lo que “ficciones” como la libertad y la democracia pierden sentido. Claro que los seres humanos no somos computadoras y eso no ocurrirá, pero el autor, que es muy políticamente correcto, no puede alegrarse por esta distópica muerte de la “democracia”, entonces nos deja una salida. Después de negar enfáticamente la existencia del libre albedrío, propone algo que sólo podría hacerse mediante un esfuerzo de libre voluntad. La salvación consistiría en tomar conciencia de la vulnerabilidad de nuestros sistemas y desarrollar una suerte de “antivirus” que impida el hackeo cerebral... parece una novela de ciencia ficción, lo es y, en todo caso, es una tosca contradicción de un autor del que no esperábamos profundidad, pero sí por lo menos coherencia.

(O)