Nuestro invitado

Hace 227 años, el precursor de la independencia americana, Eugenio de Santa Cruz y Espejo, el brillante indio Chuzig, entre muchos de sus aportes, conseguía publicar el primer periódico, Primicias de la Cultura de Quito, y con ello abrir trocha para el periodismo ecuatoriano, desde cuya profesión, mejor vocación, se defienden los derechos fundamentales y, por lo mismo, la vigencia de una democracia real y no de oropel.

Sin duda, el papel que cumple el periodista resultará siempre incómodo a la autoridad, porque básicamente su accionar se encamina a contar historias que al poder no le convienen que salgan a la luz y, por lo mismo, al escrutinio público. Por eso se dice que el periodismo tiene esa capacidad demoledora de afligir al fuerte y de consolar al afligido, pues, en esencia, es un contrapoder que busca la verdad y amplifica la voz de quienes no tienen los medios para hacerse escuchar.

De ahí que la comunicación es ante todo un derecho humano que hay que preservar y promover. Así se lo entendió desde la época colonial con el aporte visionario de Eugenio Espejo, aspecto sustantivo que se destaca cada cinco de enero con la conmemoración del Día del Periodismo Ecuatoriano, quien en estos últimos once años ejerció efectiva resistencia al correísmo, convertido en uno de los regímenes políticos más autocráticos y opacos de la vida republicana del país.

Hay que recordar que el expresidente Rafael Correa, ante la falta de enemigos reales y en su paranoia, creó –siguiendo la lógica de la doctrina de seguridad nacional– a enemigos imaginarios para ‘convalidar’ ante el pueblo sus decisiones, pronunciamientos o abusos, colocando a la prensa y a los comunicadores críticos como sus contrincantes, todo esto ante la presencia de una oposición ciertamente mediocre y la vigencia de un partido único que capitalizó la debacle de la llamada partidocracia.

Y en ese escenario de tensión y conflicto, el periodismo independiente dio grandes lecciones de dignidad y profesionalismo, enfrentando al poder y a su megalomanía. Así, la organización Fundamedios contabiliza en el Ecuador al menos 2.491 agresiones contra la libertad de expresión desde el año 2008; 510 sanciones a medios y periodistas con la espada de Damocles llamada Ley Orgánica de Comunicación (LOC); y, 52 agresiones a la libertad de asociación.

Hoy, en la gran farsa social llamada ‘revolución ciudadana’ que ha quedado reducida a un ático, donde anidan únicamente la soledad, olvido y frustración, es necesario desmontar por completo el perverso entramado institucional y normativo que pretende limitar el trabajo de los medios y a los periodistas, incluso hasta hoy en día (con el caso de La Posta Ec, que ha encendido nuevamente las alertas).

Sin duda, un paso importante son las reformas a la LOC. La comunicación al definirse como un derecho excluye la visión reduccionista de asimilarla como un servicio público y, por lo mismo, sometido al control y regulación gubernamental.

El Estado totalitario, policiaco, ese que está lleno de censores, va quedando atrás gracias a un pueblo que despertó, pero también debido a un periodismo ecuatoriano independiente que se mantiene incólume en la defensa de la libertad de expresión y pensamiento.

(O)