Los nazis ocuparon Francia más de cuatro años. Ahora se sabe (Joaquín Prieto, El País) que jóvenes francesas alumbraron unos 200.000 niños de padre alemán, nacidos no tanto de violaciones, sino de situaciones consentidas y clandestinas, fueron considerados “los hijos de la vergüenza” o de la “colaboración horizontal”. En el Ecuador estamos viviendo algo similar. Y usted, como lector, decidirá si hay o no analogía.

El sector público ha tomado control de nuestras actividades, el SRI, cual Gran Hermano, vigila nuestras finanzas personales, el Gobierno Central se engulle el dinero de nuestros impuestos, del petróleo y, por si fuera poco, miles de millones más, que no tiene y “toma prestado”.

El festín se realiza mientras la burocracia, “única mafia que no pude doblegar” (Rafael Correa), controla cada vez más nuestras vidas, normando, limitando y direccionando las actividades hacia donde le parece, convirtiéndose en el gran “conductor” (das Führer, en alemán) de la nación. Nos inculca que somos malos ciudadanos si incumplimos sus normas, mientras entre sus filas rampan el dispendio, el nepotismo, la traba, la vagancia, la indolencia, la inequidad distributiva, la corrupción generalizada y el origen de una economía estancada.

La sede de este Führer es Quito, el Berlín ecuatoriano, donde viven varios burócratas por manzana que ganan el triple que un trabajador ecuatoriano, almuerzan en finos restaurantes negociando comisiones con proveedores y aumentan regularmente las estadísticas de Tababela para viajar al extranjero a disipar su estrés por tanto “trabajo”, especialmente en las Decemberfest. Han acumulado tanta plata y poder que han pasado literalmente a ocupar tierras y empleos en todas las provincias.

El resto del país, el sector real, nosotros, debemos elegir: ¿resistencia o colaboración? En la década anterior, miles colaboraron alegremente, unos en forma abierta y otros clandestinamente, terminaron alumbrando no niños, pero sí fortunas de la vergüenza. Frente a esta ‘ocupación’, el articulista Nicolás Romero S. se pregunta: dónde están los gremios empresariales, otrora forjadores del libre desarrollo del sector real. Yo contesto: sucumbieron a la tentación de colaborar. Están callados. Si abren la boca es apenas para trinar o ver qué comida les cae, cómo gestionan un apoyo, una subvención, un alivio a la extracción impositiva. Se han convertido en grandes lobbystas que canalizan sus esfuerzos a través del “petit comité” empresarial, con sede en la capital. El comité cocina proyectos de ley, reglamentos, normativas y asignaciones dirigidas, para lo cual incluso tiene ministro propio. Lejos están los días en que el desarrollo se lo conseguía con esfuerzo y trabajo, ahora un solo contrato, una sola prebenda, arregla al lobbysta de por vida. En esta época de recesión generalizada, la tentación para colaborar es muy grande.

Felizmente, también hay la resistencia. En Manabí, Azuay, Los Ríos, Loja, El Oro, y en todas las provincias ‘ocupadas’ debemos olvidar diferencias menores y recordar que el Führer nos obliga a convertirnos en aliados. Los ‘nazis’ están haciendo méritos para que un Bolsonaro surja y le prenda fuego al búnker. (O)