Nuestro invitado

La enorme cantidad de productos agrícolas que ingresan como contrabando parece una exageración, pero desgraciadamente es una realidad que se ha convertido en una práctica descarada para algunos inescrupulosos que no tienen empacho en defender, incluso con violencia, esta mañosería ilegal que cínicamente pretenden glorificar como una forma de “ganarse la vida”.

La Corporación de Industriales Arroceros considera que en el año 2017 ingresaron de contrabando alrededor de cuarenta mil toneladas de arroz, que es una barbaridad y un verdadero crimen, provocando una baja estrepitosa en los precios y afectando a los productores, que ven desaparecer sus utilidades y su capacidad para cubrir las deudas por los préstamos recibidos para la siembra.

Se han levantado muchas voces reclamando mayor control en las fronteras y en los caminos, se ha solicitado mayor intervención policial e incluso apoyo militar para intentar frenar este azote. Y estaría bien que se intensifiquen los controles y la presencia de la fuerza pública, pero mucho me temo que eso no frenará el problema, porque las motivaciones para el contrabando no están en la falta de control o poca presencia de los uniformados, sino en la enorme diferencia de precios que existe entre los productos agrícolas de nuestro país y los de los colindantes. Altísimos costos de producción aniquilan nuestra competitividad, generando en comerciantes locales y extranjeros esa desmedida ambición por vender en nuestro encarecido mercado los mismos productos obtenidos a bajísimos costos en los países vecinos.

Por tanto, la solución no la encontraremos subiendo los precios de nuestros productos y pretendiendo eliminar el contrabando, sino disminuyendo lo que nos cuesta producir y obteniendo mayores cosechas en la misma unidad de superficie, que es a lo que se llama productividad.

Eliminar las cargas tributarias sobre la importación de equipos, maquinarias e insumos agrícolas es un gran paso, pero no es suficiente, las autoridades deberían vigilar los niveles de utilidad que los importadores se atribuyen con dichos productos, pues si el Gobierno va a sacrificar ingresos fiscales, la intención debería favorecer al productor y no a las compañías importadoras.

Incrementar la productividad es una urgencia para disminuir costos, y para eso se deben trabajar varios frentes: implementación de talleres de instrucción ligados a los préstamos para desarrollo; reestructuración de las políticas para financiamiento y democratización de los préstamos; agresiva tecnificación; posicionamiento de una empresa público-privada para comercialización.

Cuando hayamos conseguido eficiencia en la productividad y coherencia en los gastos operativos, solo entonces veremos alejarse el flagelo del contrabando, porque al regularizar los precios de venta en similitud de condiciones, ya no habrá incentivo para traer productos de los países vecinos.

Recordemos que la misma situación apremiante aqueja a otros productos de la canasta básica: papa, cebolla, maíz, leche, y es necesario establecer mecanismos adecuados para enfrentar la crisis de todos, encauzando las soluciones en un plan de acción con objetivos inmediatos y mediatos.

Las ejecuciones inmediatas estarán dirigidas a corregir solo la forma y las urgencias del problema, dejando el fondo del mismo a los objetivos mediatos, que son los que brindarán regularidad y estabilidad a las acciones correctivas. (O)