Señalar el día en el calendario y esperarlo con ansias. Esa mañana, revisar las redes sociales para ver si ya empezaron a subir las novedades, llamar con desesperación y casi en un grito pedir que separen un libro, asegurando que irás en pocas horas. Apurar los minutos, vivir en una agitada ansiedad pensando que mientras demoras, otro lector puede adelantarse y “robar” ese ejemplar, hasta que por fin se llega. Basta cruzar la puerta del lugar para percibir el éxtasis de encontrarse frente a un paraíso de libros nuevos y usados esperando por nosotros. Esta puede ser una rápida descripción de lo que vivimos los lectores antes de asistir a un garaje de libros. Imagínense ahora lo que significa la llegada de la feria de libros a la ciudad. Es algo como un mundial literario por el que se espera todo el año y cuando se da, se vive con frenesí, armando listas sobre cuáles coloquios se visitará, qué hacer con los que nos encantan, pero se cruzan en horarios y empieza un angustioso análisis para elegir a quién debe dársele prioridad.

Durante estos años he sido fiel visitante de la feria como lectora, pero este año es especial para mí, porque asisto como escritora, y siento que es necesario aprovechar este espacio para agradecer el apoyo de Cecilia Ansaldo y Tatiana Landín por abrirme las puertas, también a Elsa Cortés por incluirme en su evento como Universidad Católica y armar un lanzamiento para mi libro La cena, a Paulina Briones por su confianza y a la gente que siempre me ha apoyado para que las letras fluyan en positivo.

Estoy convencida de que leer es una pasión. Puede ser adquirida en la niñez o atraparnos en la madurez, pero una vez que llega, la vida cambia por completo. Hay quienes hemos dado el salto a la escritura, mientras que otros temen hacerlo por creer que no hay apoyo literario en la ciudad, pero en esta cuarta edición de la FIL en Guayaquil hay 48 escritores nacionales demostrando que el Municipio de la ciudad junto con un equipo de probada trayectoria literaria están dispuestos a trabajar para que la cultura y la literatura sigan surgiendo en nuestra Perla. Guayaquil vive un buen momento literario, los espacios se están abriendo y la creatividad está fluyendo, estoy segura de que vendrán sorpresas literarias desde las nuevas generaciones y quién sabe, tal vez un Nobel.

Finalmente, me quedo con las palabras de Emily Dickinson, poetisa estadounidense que eligió una vida de aislamiento, pero que aseguraba que “para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”. Así que los invito a recorrer ese espacio donde las palabras vuelan, el ambiente está lleno de letras y lectores, convirtiéndose en una verdadera fiesta. Hagan la prueba, organicen sus agendas y visiten la FIL de Guayaquil, estoy segura de que este es el mejor momento para desconectarse de las redes sociales, conectarse con las palabras y empezar a viajar por lugares diferentes que nos pueden mostrar historias, culturas, personas y formas de pensar tan diferentes que solo pueden enriquecernos como personas. (O)