Muchas relaciones humanas adolecen de zonas oscuras y tenebrosas (problemas), como así ocurre en dimensiones del planeta o del universo.

Si trasladamos este ejemplo del espectro físico al contexto más íntimo de vivencias humanas con el núcleo familiar y sociedad: padres, parejas, hijos, hermanos..., esa oscuridad con el tiempo puede llegar a ser incomprensible y traumática, convertirse (como en esos agujeros negros del cosmos) en ceguera (de valores), y no responder a las razones psíquicas. Aunque durante muchos años las relaciones fluyan en “normalidad”, esa oscuridad puede dejar ciegos (de valores y espíritu) temporalmente y, con frecuencia, para siempre.(O)

Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España