Termina el Mundial de Rusia con un reconocimiento general al país anfitrión, especialmente gracias a la infraestructura deportiva, organización y despliegue de seguridad. La impresión general es que más de un visitante se ha sentido gratamente impresionado no solo por la belleza de ciertas ciudades, sino también por la hospitalidad general reinante, que es un elemento fundamental al momento de ponderar los logros y virtudes del país que organiza un Mundial de fútbol.

Tal es el entusiasmo que algunos escépticos se han animado inclusive a elogiar el liderazgo de Vladímir Putin, presidente ruso y líder indiscutido de su nación. “Presidente, presidente/todos se apresuran para verte/llega el momento de un giro en el destino/ Actúa Putin, presidente ruso/tú serás un héroe de película”, entre cantos y alabanzas la reverencia a la figura del presidente ruso es un hecho innegable que se vive en las calles de Moscú, San Petersburgo o de cualquier ciudad rusa, sin que nadie dude que la imagen del gobernante ha salido fortalecida luego del éxito del mundial organizado por Rusia. Pero que el entusiasmo quede ahí y guarde el espacio suficiente para reflexionar sobre el relato y narrativa de la proyección pública de Putin, en clara conexión con lo que ocurre habitualmente en gobiernos de claro sesgo totalitario.

Pero más allá de su forma de gobernar, su ego y excesos, resulta válido el considerar que en un momento determinado la trayectoria política de Putin ha servido como guía y referencia de ciertos modelos políticos que se pretendieron implementar en la región, inclusive con hojas de rutas políticas establecidas a nivel de comparación; cito un ejemplo específico que permite destacar lo señalado: en el año 2008, Putin no podía aspirar a un tercer mandato consecutivo como presidente de Rusia, por lo que impulsó la candidatura de Dmitri Medvédev, quien fue efectivamente elegido como presidente, sin perjuicio de lo cual designó a Putin como su primer ministro, en realidad el gobernante tras bastidores de Rusia. En otras palabras, sin perjuicio de que en el año 2008 y por el lapso de 4 años, Medvédev haya ejercido la presidencia de Rusia, pocos dudan que quien ejercía el poder tras el poder seguía siendo Putin, al punto que se originó un término político llamado “Tandemocracia”.

Es posible afirmar que en la reciente trayectoria política de nuestro país hubo un amague de instaurar un acuerdo político de iguales características a lo ocurrido en Rusia, con un nuevo presidente supuesto a guardar las espaldas a su predecesor, allanando el camino para su retorno y permitiendo un ejercicio de poder tras bastidores. Afortunadamente y para salud de nuestra democracia, el amague quedó para la frustración de quienes lo idearon. De Rusia solo la nostalgia. (O)