José Joaquín de Olmedo, uno de nuestros padres fundadores, cuando publicó el 6 de julio de 1845 el manifiesto de la Revolución del 6 de marzo del mismo año citó aquella porción de la Declaración de la Independencia de EE.UU. que justifica el derecho a la rebelión que tienen los pueblos libres contra un gobierno que se excede en su autoridad: “Si una larga serie de abusos y usurpaciones manifiesta con notoriedad el designio de oprimir y esclavizar al pueblo y someterlo al yugo del despotismo, el pueblo tiene el derecho y el deber de sacudir ese yugo, derribando ese gobierno, para establecer nuevas garantías a su seguridad”.

El 4 de julio los estadounidenses conmemoran la independencia de su país, pero es una fecha que también debemos celebrar los latinoamericanos, pues aunque sea algo muy poco conocido, las ideas detrás de esta revolución inspiraron a muchos de nuestros padres fundadores.

El precursor de las independencias latinoamericanas, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, a tan solo un par de décadas después de la Revolución Americana (1776), se admiraba de la prosperidad repentina de EE.UU. en su ensayo La paz y la dicha del nuevo siglo.

Carlos Rangel en su excelente libro Del buen salvaje al buen revolucionario comienza desmintiendo el mito de que la prosperidad de EE.UU. se debía al atraso de América Latina. Para hacerlo señaló que el otro precursor de las independencias latinoamericanas, Francisco de Miranda, quedó absolutamente admirado de la prosperidad y el sistema de gobierno de EE.UU., todo lo cual se dio antes de que este país tuviese relaciones con otras naciones.

Rangel señala que “Estas sencillas verdades sobre el origen de la prosperidad y el poder de los EE.UU. antes de toda relación con América Latina, han sido hoy sustituidas por entorchadas explicaciones sobre cómo el auge norteamericano estaría en relación directa con el atraso del resto del Hemisferio... Es incómodo, cuando se vive de mitos, toparse con la verdad, dicha en forma tan simple, tan clara, tan irrefutable. Y para colmo por uno de los auténticos héroes y uno de los más grandes hombres de Hispanoamérica”.

Miranda admiraba tanto la Revolución Americana que planificó que se proclamara la independencia de Venezuela, este sí el primer grito de independencia en América Latina, el 4 de julio de 1811. Se logró hacerlo el 5 de julio.

Tanto Miranda como otro de nuestros padres fundadores, Vicente Rocafuerte, leyeron a los autores de la Ilustración Escocesa y Europea como David Hume, Adam Ferguson, Voltaire, Montesquieu y Adam Smith. Este último también fue leído por Viscardo y Guzmán y, aparentemente, Olmedo. Resulta que los padres fundadores de EE.UU. también bebieron de estas fuentes. Rocafuerte era un ávido lector de Hamilton, admirador de Benjamin Franklin y del general George Washington. Además, tradujo para el debate en las nacientes repúblicas la Constitución de EE.UU., Sentido común de Thomas Paine y la Constitución de la Confederación de los Estados Unidos.

Eran todos parte de una corriente liberal internacional que terminó acabando con el Antiguo Régimen de las monarquías absolutistas y que propugnaba los valores de la modernidad: igualdad ante la ley, gobiernos limitados, tolerancia religiosa, propiedad privada, libertad de prensa y libre comercio. (O)