Una de mis revistas favoritas es Iglesia sinfronteras, editada mensualmente por los Misioneros Combonianos, en Quito.

En la de mayo del 2018 encontré la historia de una solución exitosa al problema de educación rural que tanto me preocupa.

El artículo se titula ‘Proyecto Clima: una apuesta agrícola con sentido’.

Gloso parte de lo escrito por Josean Villalabeitía: La extensión del acaparamiento de tierras, más el escaso rédito que genera la agricultura, está provocando que el campo burkinés se vacíe.

Para hacer frente a este fenómeno, los Hermanos de La Salle en Burkina Faso han puesto en marcha un proyecto que pretende hacer atractivo el sector primario.

Según el hermano Abel Dembelé, un entusiasta ingeniero agrícola, que ha vivido de cerca el desarrollo del proyecto desde su concepción, hace unos 15 años, el Centro Lasallano de Iniciación en los oficios Agrícolas, de Neregadugú, Clima por sus siglas en francés, los Hermanos de La Salle querían comprometerse en la educación de los pobres de su tierra, como recomienda su carisma.

Tarea difícil porque el Estado únicamente sostiene la educación pública, por lo que se plantearon que fuera de las escuelas también podrían servir a los necesitados mediante la educación y entre los más pobres y desamparados de su país: los agricultores.

Tras un discernimiento vieron la trascendencia de la agricultura para su gente, en un momento en que el mundo rural se halla en declive, mientras las multinacionales tratan de adquirir las tierras de cultivo para explotarlas de acuerdo con sus intereses globales, que no corresponden a las necesidades de la población local.

Se quería un centro de formación y no una escuela profesional, donde los participantes fueran jóvenes, casados o no, que tras dejar la escuela se afanasen por la agricultura y la ganadería.

Se trataba de dar una respuesta apropiada a las dificultades y problemas que encontraban todos los días y abrir caminos.

El plan exigía que estuvieran internos en el Centro, al menos durante un periodo agrícola.

Localizaron y obtuvieron del Estado una amplia propiedad que había sido abandonada luego de una fallida explotación piscícola, en las afueras de Beregadugú, al suroeste del país.

En abril del 2007 se recibió a los primeros alumnos. A cada uno le esperaba una casita capaz de acoger a una familia de varios miembros, con agua, letrina, energía eléctrica, cocina y huerto.

En el verano del 2017 los alumnos eran 17, entre solteros y casados.

Ellos tienen clases teóricas y labores de campo que cumplir, por parejas, en una finca de media hectárea, recibiendo herramientas, semillas y otros productos.

Clima también ofrece formación cristiana a los interesados y coopera con universidades para que sus alumnos hagan prácticas en sus predios.

Una reciente visita del ministro de Recursos Animales y Pesqueros, con su comitiva, hizo que con la aparición de la noticia en la televisión estatal y en otros medios de comunicación se difunda la labor realizada.

¿Podríamos tener algo similar en Ecuador? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)