Romper el silencio en caso de abuso sexual es el primer gran obstáculo a vencer no solo por parte de la víctima, sino por la familia, porque generalmente quien abusa está en relación de ventaja y enfrentarlo podría ser una batalla perdida.

En relación con la denuncia de abuso sexual que involucra a un prominente sacerdote cuencano que enfrenta un juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y que motivó una marcha ciudadana para rechazar los casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes y pedir que se haga justicia, el Consejo de Presidencia de la Conferencia Episcopal del Ecuador rechazó los casos cometidos de abuso físico, psicológico y sexual contra menores; ofreció tomar medidas preventivas; se solidarizó con las víctimas de los sacerdotes y les ofreció asesoría legal y acompañamiento psicológico y espiritual.

El vocero de la Arquidiócesis de Cuenca, en alusión a los sacerdotes que rompen el celibato y los que cometen abusos contra menores, ha manifestado que “una cosa es un pecado, y otra, un delito”.

Cuando los abusos se cometen dentro de instituciones que gozan de respetabilidad, como en el caso de la Iglesia, romper el silencio por parte de quienes la dirigen es sinónimo de coherencia con los postulados de verdad y justicia que pregona. Callar no hace bien. (O)