Una ayuda útil para comprender la diferencia entre Rafael Correa y Lenín Moreno se encuentra en el documental CAP 2 intentos, del venezolano Carlos Oteyza. Es un riguroso recuento de las dos presidencias de Carlos Andrés Pérez (CAP), un político que, entre 1974 y 1979, disfrutó del vuelo sideral que significa administrar la abundancia y que entre 1989 y 1993 padeció la depresión que viene del choque con la realidad. La Venezuela Saudita de la primera etapa lo colocó en los hombros de la gente que, como masa fanatizada, le acompañaba a lo largo y ancho del país a la inauguración de las obras faraónicas. Fueron los tiempos de los petrodólares, del “está barato, dame dos” y del whisky como bebida nacional. En la segunda etapa todo eso había acabado y era imprescindible dar un vuelco total.

Con las debidas salvedades, esas dos etapas de la historia venezolana y el imperativo de cambio son un espejo de lo que estamos viviendo y su desenlace ayuda a advertir lo que se puede venir. No nos es desconocida la bonanza, con el gasto a manos llenas por parte de un líder eufórico que acomodaba las cifras para alimentar espejismos y se colocaba por encima de instituciones, partidos y normas. Tampoco nos resulta ajeno el encontronazo con la evidencia de una economía rentista que se fue a los suelos por la baja de los precios del petróleo, con una caja fiscal vacía y una deuda usurera contraída para alimentar sueños de grandeza. Todo ello debería llevarnos a concluir, como tardíamente lo hizo CAP, que la única solución posible es la sustitución de ese modelo económico. Pero es ahí donde comienzan los desacuerdos, no solo de políticos y especialistas, sino de una sociedad acostumbrada a recibir el maná (de paso, no parece casualidad el nombre para el nuevo movimiento). Hay que recordar que ningún grupo social venezolano apoyó el ajuste, porque nadie está para sacrificios, y el presidente acabó abruptamente su mandato. Lo demás es conocido. Los siguientes presidentes no se atrevieron a dar el paso necesario y llegó el coronel que, como sacerdote del rentismo, ofreció recuperar el paraíso.

Lenín Moreno está en la situación de CAP en su segunda presidencia, con la desventaja de que aquí está demasiado fresco el recuerdo de la abundancia. Si en Venezuela, con diez años de crisis a las espaldas, no fue posible aplicar medidas para acabar con el rentismo, la tarea en Ecuador es mucho más exigente. Sin embargo, Moreno cuenta con la ventaja de no ser la misma persona que manejó la abundancia y que tuvo al gasto desbocado como única política económica. Por ello, debe comenzar por convencerse de que el país no es viable con ese modelo económico que siempre hace que la historia regrese mucho más atrás del punto de partida. Tiene la oportunidad de comenzar a desmontarlo con un programa integral y no con medidas aisladas, que es lo que no hizo CAP. Si falla, como en Venezuela, volverán los sacerdotes del rentismo. (O)