Para ser felices, vivamos escondidos: para millones de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI), este dicho no es solo una filosofía de discreción para la vida privada, sino la única manera de evitar la cárcel o incluso seguir con vida. Ciertamente, las campañas en todo el mundo han permitido a estas minorías, otrora oprimidas, obtener grandes victorias llevando a los gobiernos a legislar en contra de la discriminación. En 2017, casi mil millones de personas en todo el mundo vivían en uno de los 25 países donde el matrimonio igualitario es legal. Una revolución: en el año 2000 no era este el caso en ninguna parte en el mundo. Sin embargo, las relaciones entre personas del mismo sexo siguen consideradas como un crimen en más de 70 países, a veces castigado con la pena de muerte.

En el lugar de trabajo, las poblaciones LGBTI continúan en niveles enfrentándose a la burla y la violencia, y viendo su progresión profesional bloqueada debido a su orientación sexual e identidad de género, real o percibida. La discriminación surge desde inicio, al momento de buscar un empleo, por ejemplo. En Europa, donde el marco legal es más favorable que en otras partes del mundo, una de cada ocho personas dice haber sufrido por ser LGBTI, y el porcentaje se eleva al 30% para las personas transgénero. Según la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, un tercio de las personas LGBTI considera que revelar su identidad sexual a su entorno profesional puede tener un impacto negativo en su carrera, incluso en términos de remuneración. Para las lesbianas, los comportamientos de rechazo son aún más violentos, ya que combinan homofobia y sexismo.

Ocultar un aspecto de la propia identidad a los colegas puede tener consecuencias terribles, y muchos estudios demuestran que la tasa de suicidio es más alta entre la población LGBTI que en otros grupos sociales. Profesionalmente, según ha mostrado un estudio reciente de Harvard Business Review, una persona puede ser menos eficiente y estar menos comprometida en un equipo cuando se enfoca principalmente en esquivar preguntas e insinuaciones personales, con temor a ser “descubierta”.

El Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia se conmemora el 17 de mayo. Desde 1999, dos organizaciones sindicales, la Internacional de Servicios Públicos (ISP) y la Internacional de la Educación, se encuentran en la vanguardia de una batalla para poner fin a la discriminación, el acoso y la violencia en el lugar de trabajo.

En todo el mundo, los prejuicios siguen siendo tenaces. Las estructuras de trabajo, sean privadas o públicas, aún no toman suficientemente en cuenta el tema. Incluso las empresas que tienen una política de “diversidad” no especifican explícitamente la cuestión de la orientación sexual. Todavía hay muy pocos ejecutivos LGBTI, grupos internos de empleados LGBTI, y aun menos empresas, públicas o privadas que se involucran directamente en marchas del orgullo gay. Los trabajadores de la administración pública tienen un papel importante por desempeñar. Es su responsabilidad prestar un servicio público basado en la igualdad, el respeto de la diversidad y la promoción de la justicia social y económica.

En el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, queremos destacar que los sindicatos tienen un papel esencial que desempeñar en la lucha contra los prejuicios y la ignorancia en el lugar de trabajo y en la sociedad en general. Los grupos LGBTI sufren discriminación en el lugar de trabajo, los trabajadores se enfrentan a la explotación, y los migrantes y los pueblos indígenas son víctimas de un racismo cada vez más fuerte. Desde 1999, dos organizaciones sindicales, la Internacional de Servicios Públicos (ISP) y la Internacional de la Educación, se encuentran en la vanguardia de esta batalla para poner fin a la discriminación, el acoso y la violencia en el lugar de trabajo.

La solidaridad es el único camino para que los representantes sindicales y los trabajadores de los sectores público y privado puedan hacer frente a toda forma de opresión. Los sindicatos tienen el deber de ayudar a crear lugares de trabajo más inclusivos en particular a través de la negociación colectiva, y deben adoptar una postura clara contra los ataques que ponen en tela de juicio los derechos LGBTI adquiridos tras duras batallas. Deben además luchar dentro de sus propias filas contra los “prejuicios” que persisten. Defender los derechos de las personas LGBTI es defender los valores universales de igualdad y dignidad para todos. (O)

*Sandra Vermuyten es responsable de las campañas de la Internacional de Servicios Públicos.