En estas épocas de cambios tecnológicos, la manera de aprender ha cambiado y por ende la forma de enseñar debe adaptarse, lo que significa que tanto la figura del docente como las metodologías de enseñanza han de adecuarse a la manera de concebir el conocimiento que se acaba de exponer.
El profesorado es testigo directo de los cambios y las características propias de la actual generación de jóvenes nacidos interactivos, que demandan una educación acorde con sus necesidades y a su potencial futuro. Los denominadores más comunes que se atribuyen al nuevo rol del docente son: organizador, guía, generador, acompañante, gestor de aprendizaje, orientador, facilitador, tutor, dinamizador o asesor. Estos nuevos roles se asientan en la idea de cambiar la transmisión unidireccional del conocimiento por el intercambio horizontal de información abundante, caótico y desestructurado. Hoy ya el modelo educativo centrado en el profesor como transmisor de conocimientos estandarizados a una masa de estudiantes, es inútil a la realidad actual, y los docentes se enfrentan al reto de adquirir unas competencias que los formen para poder ayudar al joven a desarrollar las competencias que necesitan: conocimientos, habilidades y actitudes precisas para alcanzar los objetivos que se exigen desde el propio currículo formal, y lograr adaptarse a las exigencias del mercado laboral, para aún más importante si cabe, descubrir sus verdaderas motivaciones, intereses e inquietudes.
A mi modo de ver como docente universitario, en ningún caso el docente debe convertirse en un controlador o policía de lo que hacen sus estudiantes en el aula, en ninguna etapa educativa; su función debe ser coordinar y facilitar el aprendizaje y la mejora de la calidad de vida del alumnado. El conocimiento está en la red y es abundante, pero precisamente esto es lo que hace necesario un buen número de tareas que debe cumplir todo docente: detectar lo realmente importante, guiar los procesos de búsqueda, analizar la información encontrada, seleccionar la que realmente se necesita, interpretar los datos, sintetizar el contenido y difundirlo; son algunas de las tantas tareas que el profesor debe guiar. Por otro lado, es cierto que la generación de jóvenes nacidos interactivos, maneja con soltura la tecnología, pero en ningún momento ello indica que hagan un uso correcto, útil y beneficioso para su desarrollo y aprendizaje; y es aquí donde el docente del siglo XXI debe incidir. Me parece oportuno resaltar que estos roles no se centran exclusivamente en ningún nivel educativo, si bien es cierto, los conocimientos y las habilidades digitales variarán en función de la etapa educativa en la que el docente desarrolla su labor. Sin duda, el contexto marcará el rol que el docente debe adoptar en cada momento. En conclusión, no basta con que el docente digital deba adquirir competencias tecnológicas, sino que deba adaptar su rol a este nuevo perfil de estudiante. El perfil docente se encuentra en un tiempo de cambio del que no hay vuelta atrás.(O)
Erwin Chiluiza Rodríguez, ingeniero en sistemas, abogado; Guayaquil