Suele decirse que para la elección de presidente de los Estados Unidos deberían votar todos los habitantes del mundo, porque sus políticas inciden globalmente. Algo similar podría afirmarse, con respecto a los ecuatorianos, para la próxima elección colombiana. Allí se juega la definición sobre el futuro del acuerdo de paz con las FARC, un tema que nos afecta directamente. Continuación, estancamiento o reversión son las opciones que dependerán del resultado electoral. Cualquiera de estas repercutirá en Ecuador porque el narcotráfico, que es el problema de fondo, es un asunto transnacional que ya borró la frontera entre ambos países y nos coloca ante problemas militares, económicos y humanitarios. Por ello, cabe echar una mirada a las posiciones de cada uno de los candidatos presidenciales.

Los dos candidatos que cuentan con mayor intención de voto hasta el momento expresan las posiciones polares. Iván Duque, del uribista Centro Democrático, quiere echar marcha atrás en el proceso de paz. Incluso un senador de su partido anunció la decisión de convocar a un nuevo plebiscito para derogar el acuerdo. Su triunfo significaría volver a la lógica de la guerra que, por las condiciones actuales, no se restringiría al territorio colombiano. Las posibilidades de desborde hacia Ecuador son muy altas y significarían no solo la presencia de individuos desarmados que pasan a tomar respiro y narcotraficantes que silenciosamente hacen sus negocios acá, sino una confrontación a fuego abierto. Con su triunfo, el posible retorno a la fumigación en el área fronteriza es lo menos grave que puede esperar Ecuador. Sería un escenario de terror para nuestro país.

En el lado opuesto está Gustavo Petro, que aparece segundo en las encuestas. Él, junto a Humberto de la Calle y Sergio Fajardo, que obtienen porcentajes más bajos, ofrecen mantener el acuerdo. Con el fin de asegurar la superación de la violencia que afectó a Colombia por más de medio siglo, los tres proponen diferenciar entre el procesamiento político de la paz y el combate al narcotráfico. Pero a Petro lo acosa la desconfianza derivada de su pasado de guerrillero del M-19, a Fajardo le erosionan las rupturas del Polo Democrático y De la Calle, jefe del equipo negociador de la paz, lleva el peso de la inexplicable derrota en el plebiscito. Con cualquiera de ellos se configuraría un escenario de mayor tranquilidad para Ecuador, pero internamente tendrían mucha dificultad para gobernar por la oposición del uribismo ciego y empeñado en la solución militar.

La posición de Germán Vargas Lleras, que ha venido ocupando el tercer lugar en las encuestas, es ambigua, como ha sido gran parte de su carrera. Aunque fue vicepresidente de Juan Manuel Santos, Vargas no sería un continuador de su política. Su triunfo abriría una gran incógnita al respecto. Sería un escenario muy complejo de manejar desde el lado ecuatoriano.

De cualquier manera, el coletazo se viene. Hay que esperar que esta vez nuestras nuevas autoridades hagan al menos una evaluación cuidadosa de cada candidato para definir una estrategia apropiada y no resultar sorprendidos como sus antecesores.

(O)