Así titulé el artículo publicado el 9 de mayo de 2011, cuando me referí al apresamiento injusto del exdirector del hospital de la Policía, coronel César Carrión, como consecuencia de los aciagos hechos sucedidos el 30 de septiembre de 2010 (30-S); transcurrido el tiempo, la verdad ha prevalecido y se ha comprobado que Rafael Correa nunca estuvo de rehén. Para vendernos esa idea, los asesores presidenciales de esa época se valieron de todo. El “pecado” del alto oficial de Policía fue haber denunciado, a pocos días de los hechos, a la cadena noticiosa CNN que el exmandatario nunca estuvo secuestrado ni que alguien lo mantenía apuntado con un arma. Esto provocó la iracunda reacción de Correa y la afable Fiscalía ordenó su prisión y lo acusaron de intento de magnicidio contra el exmandatario. Estuvo injustamente detenido durante muchos meses. Los ecuatorianos recordamos la foto publicada en los medios de comunicación cuando Carrión daba la bendición a su pequeña hija. Ante esta injusticia, en el referido artículo expresé: “Que el coronel Carrión y su familia sepan que no están solos, que miles de ecuatorianos estaremos pendientes. Cuando termine esta pesadilla nos daremos cuenta por qué Correa desea meterle la mano a la justicia. Ya es hora de que se detenga la persecución a este hombre, cuyo mayor delito fue haber dicho la verdad. ¿Acaso esto es pecado en tiempos de la Revolución Ciudadana?”. El resto es historia.

Otro abuso del anterior gobernante fue influir en la detención del exasambleísta opositor Galo Lara (SP). En enero de 2012, la Fiscalía lo involucró en un crimen ocurrido en Quinsaloma (provincia de Los Ríos) porque su conviviente poseía un teléfono celular a su nombre. Ese fue su “delito”. Le condenaron a 10 años de prisión y le prohibieron la salida del Ecuador. En septiembre de 2013 se asiló en Panamá y en mayo de 2014 fue revocado. En junio de 2014 fue traído a Ecuador esposado y con traje de presidiario para avergonzarlo ante el país. La orden de Correa había sido cumplida. Su estado de salud es calamitoso. Constantemente denuncia maltratos en prisión, restricción en las visitas, la falta de atención médica, pues sufre de diabetes e hipertensión. Todo un drama humano. El acusado denunció supuestos casos de corrupción (compra de helicópteros Dhruv, de radares chinos, etc.) del régimen anterior y que su detención es por retaliación. La situación del exasambleísta debe ser revisada. Evidentemente se trata de un asunto político, por lo tanto, el presidente Moreno debe concederle el respectivo indulto, entonces se hará justicia.

Me he referido a esos dos casos porque he sentido en carne propia estar detenido de forma injusta. En la Península de Santa Elena me acusaron de calumniador, la justicia acuciosa negó los argumentos de mi defensa. Se cumplió la orden superior de “ayudar” a la parte acusadora, en ese tiempo perteneciente al nefasto gobierno de Correa. Fueron tres meses de encierro. Gracias a Dios esa pesadilla concluyó, tiempo en el cual los amables lectores del país, a través de decenas de cartas a este Diario, expresaron su solidaridad y pedían mi libertad. Los llevo en mi corazón. Mi conciencia está tranquila. A veces, decir la verdad es peligroso. Pero no lograron quebrar mis alas.

Mi deseo es que ningún gobierno acuse de manera infame a alguien que está en desacuerdo en su accionar. Eso no es democracia, es dictadura. (O)